16.12.10

NUESTRAS CONVERSACIONES


Nuestras conversaciones: promesas de venida, de lo que siendo ya ido, dicho en el oído, nos es devuelto como huella por venir. Hemos hablado, es decir hemos provocado el alejamiento de la propia voz y hemos dado alojamiento a un ritmo ajeno. Hospitalidad incondicional de nuestras conversaciones: una demora lenta en cada huella: morada deseante: decís por primera vez aquello que ya sabía, que las palabras se repiten, las repetís para decir otra cosa, que las decís ante mí, que esa repetición permite tentar el límite: es la anunciación de tu llegada en la voz, la manifestación de tu rostro: el otro, el infinito y secreto otro que yo mismo voy si(gui)endo y luego se deja ir. Amor, amistad, muerte: solo puedo dar lo que no tengo, lo que no puedo capturar bajo un nombre: únicamente lo imposible tiene lugar: conversamos para no tener la obligación de hablar.

4.12.10

SEÑALES DE VIDA

SEÑALES DE VIDA

Por Los archivos adjuntos

24684/10 es un expediente desaparecido desde el día 25 de noviembre de 2010. La última vez que se lo vio, vestía un pedido de ayuda económica para realizar un concurso literario. Los testigos que lo vieron por última vez aseguran haberlo encontrado de buen humor, saludable, entusiasmado, optimista a pesar de no tener ni un peso para pagar sus innumerables deudas. 24684/10 tenía buenas intenciones y su causa, además de justa, era entretenida. Existen diversas sospechas acerca de su paradero. Los especialistas no descartan ninguna hipótesis y, a medida que pasa el tiempo, surgen pistas que conducen a otras direcciones. Una de ellas, la que más aceptación tiene entre los especialistas, lleva a imaginar que 24684/10 fue interceptado por un grupo de bandoleros y asaltacaminos que suelen robar ideas ajenas y patentarlas como propias. Se los distingue por el color de sus atuendos, un gracioso arco iris que va del verde al morado. Desde luego algunos parecen camaleones y se recomienda a la población en general andar con precaución, sobre todo en las inmediaciones electorales donde la piel suele mudarse con la facilidad de un calzoncillo o una bombacha. Continuemos con la siguiente hipótesis, algo más increíble que la anterior. Un transeúnte informó al 0800-YO NO FUI que había encontrado restos de papel picado en la vereda de Alvarado 551, sede de Archivos Generales de una prestigiosa institución regional. De inmediato se hicieron presentes en el lugar los peritos del caso. Sometieron las evidencias a pruebas de compatibilidad de tinta pero los resultados no fueron concluyentes. Mientras tanto, en el barrio creen que lo tienen encerrado en el mencionado edificio, donde solo Dios sabe lo que le espera, de todas maneras hay quienes piensan que “algo habrá dicho”. Los periodistas que cubren esta noticia no pudieron obtener acceso a ese recinto. Las únicas descripciones que se tenían hasta hace unos días provenían de fuentes confidenciales. Contaban que se trataba de un edificio añoso, oscuro en su gran mayoría, con manchas de humedad en donde pegaba la luz. Las arañas eran sus habituales inquilinas, aunque también había ratas y cucarachas. Muchas de ellas ya se habrían adaptado de tal forma a la vida administrativa que usarían traje y corbata. Sin embargo, en el día de ayer salió al aire una cámara oculta hecha por AM 048 Radio Silencio, en frecuencia reducida. Como era de esperar el impacto de las imágenes fue más que estremecedor, más que espeluznante, más aterrador que despertarse a medianoche y ver a tu mujer con ruleros, los técnicos de sonido se arrancaban los ojos para no ver, las madres tapaban los oídos de sus niños. Miles y miles de hojas apiladas, montañas de papel podrido, palabras inútiles porque esperan llegar a destino sin saber que ya están muertas, trámites movidos de lugar por fantasmas. Fantasmas por acá, por allá, sombras que andan penando en los pasillos, chocándose, murmurando explicaciones sin sentido, corriendo solícitos a excusarse por la tardanza de aquello que no habrá de llegar sino cuando sea tarde. De hecho siempre se hace tarde en estos edificios, como si el sol no quisiera prestarles ni una sola tajada de luz. Y ahí, en aquel cementerio de expedientes, de ideas que alguna vez fueron frescas, cabía la posibilidad de encontrar a 24684/10. Los empleados de Archivos Generales admiten, sin embargo, que, de haber sucedido lo peor, existen fuerzas sobrehumanas capaces de “resucitar cualquier tipo de trámite”. Directamente desde las alturas de Machu Pichu, llega el maestro de lo oculto, el chamán de la intemperie, el único que tiene pacto con el diablo, vidente y conocedor de los pasillos del inframundo, el infalible Profalsor Gre Gre, “nada es imposible para él, atrae a la oposición más recalcitrante por más difícil que parezca, expulsa espíritus de disenso, promete y cumple su palabra” (valor de la consulta: $500). Otra línea de investigación sugiere que 24684/10 huyó a un spa en las termas de Rosario de la Frontera, marchito después de no haber ganado los Juegos Florales y mareado de tanta vuelta burocrática. Mariano Ovejero, actual Secretario de Turismo, quien no tiene nada que ver en el asunto, se abstuvo de emitir opiniones, entre otros motivos adujo que padecía de lengua mota y que, en realidad, en ese momento el titiritero había salido a hacer realidad la esperanza. Mientras tanto 24684/10 sigue sin ser encontrado. Sus familiares y amigos aún exigen su aparición con vida.


*NOTA: Este cuento no participó de ningún III Concurso literario para estudiantes “Alicia Chibán”.

CUALQUIER SEMEJANZA CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA

28.11.10

NATACIÓN

Anoche tampoco llovió. Anduve en bicicleta. Llegué a casa. Llevé mi cuerpo a una de las posibilidades que tengo para llamar casa. Debo admitir de inmediato que miré si el cielo era el mismo: no iba a llover tampoco ahí. Pero entretuve mi piel con las luces de colores y una inmensa pileta donde me introduje a nadar. Desde luego no hay otra forma de dar vida al tiempo. Cuando salí supe que todo se pierde y se calla alguna vez. Nos vamos a ir diluyendo en esas mismas aguas donde supimos encontrar el estallido de lo azul, lo verde, lo naranja, lo rojo y lo negro con final blanco en grandes marejadas, lo blanco a chorros espumosos y espesos como la miel. No sé si estoy siendo claro, a veces llego tarde a mis propias conclusiones, cuando ya no las necesito: sobrevendrá la lluvia, lo veo en el aire bajo de los pájaros, en las voces pasajeras de los amigos, en los árboles genuflexos de la tarde, en las marañas del amanecer, en la ventana abierta en enorme boca, en las piernas que tuercen las esquinas, en la velocidad de los autos apresurados por llegar a casa, en los escondites llamadores. Espero que no haya cambiado su sabor, que todavía siga a tu lado.

24.11.10

MARGINALIDAD / MARGINALIZACIÓN


Hablar de marginalidad significa establecer una relación: con respecto a qué centro un sujeto, un texto o una forma de producción es marginal. Existen condiciones de marginalidad social, literaria, del mercado editorial, económica. Luego habría que ver si quien habla en el discurso es un sujeto marginal, si el tema aborda el margen, si el discurso en sí mismo resulta marginal con respecto al sistema literario en donde se produce, al sistema crítico que lo legitima, al circuito editorial que lo distribuye, en relación al público que lo consume. Pero también podemos pensarla como un ardid publicitario: un sector del público a quien se le aprovisiona de literatura marginal para saciar sus ansias de autorrealización, su necesidad masturbatoria de estar al tanto de “la última novedad”, con lo cual se ha sustituido la palabra vanguardia (que ya resultaba anticuada y muy sospechosa de cierta complacencia burguesa pseudoprovocativa e inconducente) en vistas de un proceso creciente de marginalización. Marginalización muchas veces enunciada como principio rector de la labor de los mismos artistas, si se quiere podemos llamarlo proceso de automarginalización, pienso en la revista Intravenosa como un ejemplo claro de esto. Por otro lado, no resulta descabellado reconocer en cierta crítica el afán por encontrar (en el sentido de descubrir, develar, revelar, ¿inventar?) autores marginales, demasiado al margen de todo sin conseguir dar cuenta de sus valores estéticos y si ellos confluyen en una posibilidad política de emancipación. Cosa curiosa, más aun, paradójica, que lo rechazado sea abrazado de tal manera por quienes se encargan de legitimar discursos. Cuando menos, levanta suspicacias. ¿Qué se pretende decir al retomar la marginalidad para elaborar discursos críticos que, en la mayoría de los casos, no tienen ni la menor apetencia de ser ellos mismos marginales dentro de los circuitos universitarios? Produce efectos de insalvable distancia: acentuar o si se quiere reafirmar la utilidad avasalladora de las instituciones encargadas de disponer políticamente de los sentidos en detrimento de los discursos que no hacen más que impugnar sus mecanismos. Uno se pregunta si está bien que una crítica de corte universitario, con estructuras re-citativas (al estilo “ejemplo”: cita textual del objeto de análisis; “paráfrasis”: pequeña explicación intrascendente del ejemplo anotado; “concepto operativo”: cita de autoridad explicando porqué uno debe analizar de determinada manera y no de otra, o sea recurso a la voz del padre para que resuene en la propia voz – ¿cuán propia es una voz así? – la forma legítima de interpretar un sentido – ¿qué sentido tendrá sentir un texto de esta manera?) predique de un texto una marginalidad tan solo para acentuar su autoconciencia descubridora, como si de ese modo rindiera cuenta de sus preocupaciones por todo aquello que acontece en la literatura viva pero sin involucrarse demasiado en las consecuencias a que conducen esos discursos. Curioso, paradójico y peligroso ardid: tomar la literatura, objetualizarla, realizar rituales de canonización o excomulgación (o sea la asignación de un lugar y de su relación con los demás objetos), administrarle una buena dosis de prácticas discursivas mediadoras (conceptos operativos, fines pedagógicos, subordinaciones a retóricas teóricas altamente estandarizadas), con el propósito, expreso o inexpreso, de neutralizar sus efectos sobre los lectores. Al parecer ya no tenemos, por fin, después de tantos años, tantas páginas, no tenemos, digo, nada que decir de Borges, de Arlt, de Lugones y de Sarmiento. Debemos comenzar de nuevo, pero ¿dónde? Supongamos que buscamos en los textos que, solo de manera lateral permiten leer la obra de estos santos autores de nuestra literatura, luego, ya en tren de seguir suponiendo y además satisfechos con haber agregado páginas y años a lo ya dicho, buscaríamos aquéllos nombres que no figuran en los manuales, que no fueron considerados por la crítica universitaria, que no parecen tener demasiado que ver con ninguno de nuestros amigos escritores, que no conocen ni los lectores más avezados con los que podemos toparnos. Pero ahí están, secretamente, circulan en pequeñas comunidades que atesoran sus libros como ídolos de una fe en la que ya no es posible creer, libros como mapas hacia tierras todavía por descubrir. Ahora, romper el secreto ¿no será romper con la comunidad que ese libro engendró? Es decir, ¿qué habremos de hacer los lectores?, ¿hablar por ella, en su misma lengua, o hablar en otras palabras, esparciendo el malentendido como un virus? Ya no es posible disertar.

18.11.10

ESTOY AQUÍ

¿Qué tengo para decirte que no sea que no te puedo decir nada sólido, que no sea mi larga pregunta que me conduce a señalar mi presencia aquí pero sin exigir reconocimiento, qué de cuanto digo dice lo único que acaso necesito, es decir: existo para ser respondido?

Me encuentro solo: dos posibilidades: he perdido el habla; no tengo interlocutores. Mi cuerpo anida en espacios donde la indigencia de sentidos me resulta alarmante. Esto supone que algo de cuanto he sido, incluso de cuanto he sido en lo dicho por mí no permanece. Algunas lecturas, música, el cine sustituyen e incluso logran superar la carencia y la exigencia de infinito: ¿dónde estás?

La búsqueda, presentida como una promesa de fracaso, alienta sin embargo los deseos de partir más que nunca. En realidad busco decir la incertidumbre que habita mi respiración, entrecortada respiración que no sabe decidir el punto hacia donde tendremos que llevar la casa esta vez, respiración que no debe ni puede realizar tal gesto más que como ensoñación: escritura y no otra cosa, allí donde sucede lo imposible, donde uno de pronto resulta exonerado de la vida como de un crimen que los demás creen que no cometió. Y sin embargo yo, el grande y pequeño yo, sabe que no solo ha cometido el crimen, además sabe que de todas formas habrá de pagarlo.

¿En qué estamos? En pleno proceso de confiscar la razón, entregársela a los martilleros públicos, quienes la rematarán a un precio vil. No quiero nada más que ser respondido a pesar de que en esencia no diga nada, nada esencial para nadie, nadie en particular, particularmente digo nada más que la espera de respuesta. Como cuando uno agarra en dirección contraria al resto y no espera que los demás lo sigan, es más, supone lo opuesto, y se asombra cuando de improviso una voz conocida o no pero infinita voz de otro, lo acompaña aunque más no sea para invitarlo a caminar en silencio pero casi como si dijésemos a deslizar los espíritus sobre la cinta del silencio. Igual que la oscuridad es una distancia que al mismo tiempo une y separa, descompone las formas y las vuelve un magma indiferenciado, el silencio consiste en un encuentro auténtico al que se añade una primera infidelidad al compañero: no compartimos nada esencial, apenas vamos haciendo del paseo el trazo de una fuga, vamos unidos por el compartir mismo.

Versión alternativa y corolario de lo antedicho: cada uno llegará de todas formas a donde quepa su casa. Amistad, amor y muerte: experiencias del límite, debe haber un abismo donde tu mano sea la mía.

12.11.10

SIEMPRE LEO EN PRIMERA PERSONA

Siempre leo en primera persona. Cada vez que acontece la literatura en mí, la lectura tiene todas las señales y percances de una experiencia personal e íntima. Ejercicio de intimidad que me obliga a encontrarme en eso leído. Soy yo y nadie más quien está allí enfrentado al libro, esa otredad que asume la forma de una voz que me dice algo que ya sabía y sin embargo no sabía cómo decir, algo que, por otra parte, no alcanzaré a decir en el tiempo posterior a la lectura, voz otra y extraña que dice lo que no se puede decir sino como repetición, que no se puede respirar más que como ritmo sincopado. Soy yo y al mismo tiempo dejo de ser yo, mi respiración se entrega a las fricciones, los balbuceos, los aciertos, la prosodia de lo ajeno en mí anidado. Me doy cuenta de que no soy más que un objeto parlante: diría palabra por palabra aquello que leí, dicho de un modo poco tierno, sería un loro textual. ¿Cómo, pues, realizar una experiencia que genere una voz nueva? Sí, yo leo, en primerísima persona, nadie, nada hay para dar que no esté ya dado por mi presencia: yo y el libro, en el medio la extrañeza de una voz desconocida haciéndose a medida que me deshago en ella. Leer es pues el resultado de una crisis: yo dejo mi lugar para ser habitado por la propuesta de una voz siempre diferida en el tiempo, diferente en su disipación espacial: esa voz no dice de mí nada y sin embargo soy yo quien la va diciendo, leo como si yo mismo pronunciara esas palabras, las hago mías pero en realidad yo soy de ellas.

8.11.10

PENSAMIENTOS Y MORADAS

“Cualquier cosa que yo haga, me decía Daniel, no creas que lo hago contra ti. Yo ya tengo fijado un rumbo, un itinerario: vos sos una estación, un sitio a donde es necesario llegar porque es necesario continuar. ¿Me entendés? Si algo de lo que yo haga te duele no, no te digo que me perdonés, no, sino que tratés de entender, que de vez en cuando pueden estar actuando sobre uno fuerzas, destinos superiores”.

Andrés Caicedo, Noche sin fortuna, páginas 80-81, editorial verticales de bolsillo, baires, 2009.

La ciudad se está apagando desde muy adentro, una oscuridad y una frialdad nacidas de sus entrañas nos envuelve también a nosotros, los que hemos quedado atrapados entre el amanecer y la noche. ¿Qué hora es esta? ¿Cuándo ha comenzado? ¿Tendrá final? ¿Nos dará una tregua, una ventaja a fin de permitirnos ir a casa? No podemos detenernos mucho tiempo, cada paso adelante puede significar una despedida. Vamos viéndonos de reojo, queremos seguir compartiendo la compañía de los otros pero sabemos que cada uno desea llegar a su casa.

El agotamiento no tiene prisa, de a poco ha copado mis vísceras y a estas alturas responde por mi nombre, sonríe por mi cara, transpira por mis poros, habla como si fuera el dueño de mi aliento. Mientras creo moverme, huyendo de la hora más indecisa de la jornada, voy descubriendo que existe un despertar ajeno a cualquier otro: rodeados de incertidumbre marchamos los que hemos quedado a pie. Sin embargo ese no saber es un nuevo saber.

No pienso detenerme, en efecto quiero estar en mi casa, pero en el camino existen estaciones y moradas. Algunas distraerán y otras harán del lugar una posibilidad de encuentro e incluso habrá otras que dejarán de hacer. No es difícil comprender cuál es cuál: aquellas estaciones que exigen como condición para compartir la quietud del pensamiento, la aceptación y la cristalización de los sentidos de la vida, ya no hacen.

Vamos acompañados hasta que uno de los que han quedado a pie detiene su marcha o toma otros rumbos. Así es y es bueno que suceda. He demorado mi cuerpo en lugares que fueron como mi casa pero que no eran mi casa. Incluso el pensamiento tiene sus reglas de hospitalidad y he pensado con los demás, al mismo tiempo, pero no he pensado lo mismo, porque en lo mismo hay repetición, hay coacción, hay convencimiento, hay homogeneidad. Comprendo que la historia de cada uno es irrepetible pero no es la única que existe, más aún, cada cual debe contarla por su boca pues a nadie le está negada la palabra propia.

Uno de los peores modos de combatir los mecanismos de dominación consiste en reproducir a escalas menores, en la vida cotidiana, en las pequeñas charlas con amigos, en el interior de la clase de literatura, en los paseos por el campo, en el partido, la tendencia a imponer el sentido de lo que es válido vivir, por lo general mediante el uso de enunciados impugnatorios del estilo vos no sabés lo que es la vida. Cuando uno de entre todos los que nos hacíamos compañía asegura que lo sabe y pretende obligar al resto a seguir ese único camino, entonces dejamos de andar, detenemos la marcha de la conversación, hemos dejado de compartir para entrar en el territorio de la distribución de cuerpos: el que domina el saber quiere dominar a los que no saben, señala los lugares de inclusión (adentro) y de exclusión (afuera). Por lo general, el que dice lo que significa la vida cree tener el poder de expulsar a quienes no están de acuerdo o a quienes saben que no es tan así o que puede significar algo más.

Yo no lo sé, desde luego, pero ese no saber me mueve, lleva mi cuerpo atravesado de una infinita curiosidad. No soy anarquista ni soy burgués ni soy de izquierda o derecha, esas clasificaciones me molestan porque provienen de los demás, son imposiciones. Soy el juan, andariego, escribo y ando en bicicleta por donde me place, me hago lugar en los intersticios, en el qué de la pregunta ¿qué soy? habito, en tránsito, hice compañía, me demoré, pero ahora debo seguir, sin mirar atrás. Siempre amanece y todavía no he llegado a casa.

4.11.10

INFAMES PATRAÑAS

INFAMES PATRAÑAS[1]


Sé que se urden a costa de mí infames patrañas dales crédito
algunas de ellas son exactas
Néstor Perlongher, Rivera

La palabra proceso tiene en este caso su acepción judicial. No escondo ningún propósito de participar en la elaboración de la historia de la literatura peruana. Me propongo, sólo, aportar mi testimonio a un juicio que considero abierto. Me parece que en este proceso se ha oído hasta ahora, casi exclusivamente, testimonios de defensa, y que es tiempo de que se oiga también testimonios de acusación. Mi testimonio es convicta y confesamente un testimonio de parte. Todo crítico, todo testigo, cumple consciente o inconscientemente, una misión. Contra lo que baratamente pueda sospecharse, mi voluntad es afirmativa, mi temperamento es de constructor, y nada me es más antitético que el bohemio puramente iconoclasta y disolvente; pero mi misión ante el pasado, parece ser la de votar en contra. No me eximo de cumplirla, ni me excuso por su parcialidad.

JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI, "EL PROCESO DE LA LITERATURA" EN 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (1928)


1.
Hablar de YA ERA, Productora de ideas alternativas y de trabajo no formal, supone considerar el relato de las diversas experiencias editoriales y emprendimientos independientes de poetas menores de 35 años en Salta en los últimos ocho años. Recuerdo que allá por 2002 conocí a Alejandro Luna, José González y Diego Ramos en los inicios de la carrera de Letras. Ellos pertenecían a una cofradía más o menos secreta que se hacía llamar La sociedad de los poetas ebrios. En ese entonces sacaron el único número que vio la luz con sus textos y de otra gente que se ha perdido en el camino, con ilustraciones del Cubano, seudónimo o alias (según la autoridad que lo requiera) de Diego Germán Arroyo, uno de los dibujantes más lúcidos a la hora de la crítica y sensibles a los conflictos sociales. La mayoría de los textos llevaban seudónimos por firma y daban cuenta de ciertas inseguridades de principiante. Ese mismo año tuvo lugar el primer concurso de poesía universitaria, en el cual Luna y yo obtuvimos menciones. Desde entonces trabamos una amistad que dura hasta el día de hoy.

Disuelta la Sociedad de los poetas ebrios, comenzamos a participar en eventos públicos de lectura. Acarreábamos nuestras plaquetas fotocopiadas y las repartíamos a quienes pasaran. Pero no fue sino hasta la aparición de la revista Kamikaze, un proyecto que contaba entre sus principales fundamentos la edición autogestionada de los libros de cada uno de los integrantes: Carlos Varas Mora, Mariano Pereyra, José González, Rodrigo España, Diego Ramos, Alejandro Luna, Fernanda Salas y quien les habla. La revista comenzó a salir en 2005 y no tuvo una tirada muy grande ni regularidad, carecía de editorial y tampoco contaba entre sus páginas con publicidad, de hecho estaban concebidas para regalar.

Los dos primeros números llevaban por título Todo por salvarla y Contra los culos apretados, en cierta manera hablaban por sí solos desde la tapa. La primera tenía un dibujo de Luna, firmado con el seudónimo equus pauper (caballo pobre), que luego daría nombre a su proyecto editorial, en donde una especie de hombre aniñado estaba tumbado en el piso con una flor a punto de romperse en la mano. La segunda era uno de los poetas metiendo el puño en el culo a la estatua de Dávalos, algo así como un fist fucking a los primeros atisbos fascistoides del gobierno de Romero que luego vendrían para todos los salteños.

La estética de Kamikaze, si acaso puede hablarse en esos términos de algo tan grotesco, remitía de manera continua a experiencias cuasi lúmpenes, vivencias de orilla suburbana, pobreza y drogadicción. Es decir, la poesía planeaba sobre percepciones alteradas de la realidad y también observaba con atención y demora aquéllos límites donde el gusto deja de ser bueno y la cultura deja de ser alta. Desde luego existía una intención explícita de identificar la práctica poética con el lugar social del cual proveníamos todos nosotros. Sin embargo no es mi deseo postular que somos la voz del pueblo salteño, la voz de los oprimidos y que vamos a hacer la revolución, nos conformamos con sugerir que la catástrofe ya ha sucedido y esto es lo que queda para decir.

Nietszche sostenía que una ventaja de su tiempo era que cualquier plebeyo podía acceder a lo mejor, es decir lo más aristocrático de cada época, como por ejemplo a Homero, la cúspide de la cultura helénica. Pues bien, nosotros creíamos en la reversibilidad de tal enunciado: nuestra literatura plebeya pretendía irrumpir en los salones aristocráticos de Salta. La finalidad en ambos casos es semejante: modificar el gusto. Comprendemos que el gusto resulta de una ardua labor no exenta de transacciones de orden estético, ético, ideológico, político, sociológico, psicológico. Y en tanto compete a ciertos sentidos acerca de la realidad, supone una disputa por aquellas zonas en donde los seres humanos nos jugamos por el sentido de la vida.

En este caso, la disputa giraba en torno a decir qué era y qué no era poesía en Salta y quiénes podían proferir tamaños juicios de valor. Por ese motivo decidimos sacar a la calle, y salir nosotros con el libro en la mano, un pequeño volumen titulado Crack, de José González. El mito dice que la primera tirada fue de 13 ejemplares encuadernados en cartón corrugado que habíamos recolectado en las calles, cosidos a mano e impresos en una tinta verde algo extravagante. El libro salió en simultáneo con el que sería el último número de Kamikaze, E’ guanaco, expresión pintoresca de las villas para decir de alguien que es muy vivo.

Presentamos estos textos en un encuentro de GRADA en Ledesma. Nos fuimos medio peleados con los escritores porque a ellos no les parecía lindo eso de andar a las puteadas cada dos renglones. Un escritor jujeño, cuyo nombre no recuerdo, ofició como defensor circunstancial. Luego intercambiamos algunos textos. Nos volvimos con los bolsos llenos de nuestra poesía y, por cuestiones de trabajo y estudio dejamos de publicar.

En 2008 Alejandro Luna empezó a asistir a los talleres de poesía dictados por Cristián Adet, hijo del gran poeta Walter Adet, para internos del hospital neuropsiquiátrico de Salta. A partir de esa experiencia edita a dos asistentes del taller Rubén Darío Perea y de Leonel Zapatero bajo el título Circus. Este título marcará el punto de arranque de equus pauper, editorial artesanal que ha publicado, en un formato intemerdio entre el libro y la revista, a Fernanda Salas, Diego Ramos y Rolando Vargas, además de Poemas institucionales y Sublevación de los objetos del propio Luna, uno de mi autoría, Miniaturas de la oscuridad, y la re edición de El pan del consuelo, de Jesús Ferreyra.

Para quienes no lo tienen presente, Ferreyra es el de mayor edad de todos los mencionados hasta ahora y, si nos dejáramos guiar por análisis generacionales, él pertenecería a la de Carlos Aldazábal, Eduardo Robino y Atilio Romano, información que no agrega conocimiento a sus apuestas poéticas. Sin embargo consideramos que su filiación con nuestra escritura y nuestra práctica editorial sobrelleva el sentido de una toma de postura con respecto al campo literario salteño ya consolidado: marca el punto en el que nosotros nos diferenciamos de ellos. A su especial manera, Jesús es una bisagra que, junto a la poesía de José González, permitió la apertura a una sensibilidad en clara disidencia con el discurso poético oficial.

Así pues, llegamos a YA ERA que, como se habrá visto, no es una improvisación de última hora. El proyecto nació como un fanzine y contaba en sus primeras horas con el esfuerzo de un par de artesanos. Luego ganó envergadura gracias al contagio de boca en boca y al sentido de intervención social que sostienen muchas de sus prácticas y postulados. Estos diseñan sus estrategias de intervención de manera tal de acercar la poesía a la gente común (salvo que ¿quién no es común?), formar grupos de socialización a través de actividades comunitarias como ferias de libros, talleres de artesanías, de reciclado y de malabares, espectáculos de títeres y publicación de poesía de los autores ya mencionados. Lo notable es que no existe un centro de operaciones sino que cada actividad se sitúa en algún barrio de la periferia salteña, con lo cual la audiencia gana en diversidad y número.

En la actualidad YA ERA, más allá de la repetición de ciertos lugares comunes por parte de algunos críticos que ven en esto una copia de Eloísa cartonera, ha movilizado sus esfuerzos para conseguir abolir ciertas contravenciones municipales que afectan el pleno ejercicio de derechos de artesanos, malabaristas y trabajadores callejeros, quienes son diariamente sometidos por la policía de la provincia de Salta y encerrados en la Alcaidía de la Ciudad Judicial. Sin ánimos redentoristas de ninguna especie, creemos que no está de más actuar e intervenir en los conflictos sociales, militancia que no se escuda bajo el ala de ningún partido, pues descreemos del poder de estos para cambiar el mundo, sino que asienta su pie en la idea de que la voz es de todos y funciona por donación: el hecho de que sea yo quien habla no es más que una circunstancia, un evento en el devenir del discurso, apenas mi voz señala una estación y el germen de otras voces, las que me contradirán y las que hablarán conmigo.

Por otra parte nuestra práctica no invalida la de los demás, tampoco pretende anular o ningunear esfuerzos genuinos por cambiar el estado del campo literario, por el contrario, sostenemos nuestra fe transformadora en un malentendido primordial: no queremos que todos digamos lo mismo, queremos decirlo al mismo tiempo.

Un libro que nadie lee no existe. Un libro que recurre de manera sistemática al discurso de los poderosos es un loro parlante, una marioneta de los que aplastan cabezas. Es por ello que resulta en extremo saludable discutir las funciones sociales que desempeñan el poeta, el editor que decide publicar esto y no lo otro, el lector que elige (¿?) leer determinada literatura, el crítico que selecciona, jerarquiza, desestima, rechaza, ordena, ignora y legisla sobre el gusto, el docente que enseña y recorta los textos según necesidades ajenas a la formación de espíritus libres.

YA ERA, ahora me refiero a la revista colectiva ilustrada por el Cubano, es una recopilación de mitos, leyendas, medicina alternativa, gualichos, poesía, historia de gente de la calle, drogadictos, cirujas, marginales, pobres en general. Sin embargo no está cerrada a un solo público pues pudo haber sido escrita por cualquiera, no lleva firmas y tampoco interesa demasiado esa función autorial como el reconocimiento del valor performativo del lenguaje. Existimos en la creencia de que la literatura es un medio de transporte complejo: genera y distribuye sentidos en una sociedad; aproxima sujetos que se reconocen en la respiración, en el ritmo de una voz; hace posible el encuentro con el otro, encuentro que sucede cuando uno da aquello que no le pertenece, la palabra, a aquel que no se lo esperaba.

Resulta en extremo saludable que exista equus pauper, YA ERA, Víctor Hanne, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia, porque así la diversidad de estéticas, de modos de producción, de formas de poner los textos en circulación y el público que esas prácticas editoriales generan se enriquece, permiten discutir los vínculos con los poderes, producir las tensiones necesarias para romper y renovar el pacto con ciertos discursos y sobre todo genera una competitividad que afecta a eso que llamé el sentido de la vida. No todo cuanto se dice está en los libros, YA ERA encuentra en las paredes, en papeles rotos esparcidos al azar, en la oralidad del callejeo, en la feria y el desorden ambulante los espacios vinculares de su comunidad y los sentidos de sus prácticas.

2.

Al parecer nuestra curiosa época perdió la fe. Como muchos de los aquí presentes, provengo de una provincia mediterránea situada en una de las regiones más pobres del planeta[2]. No creo, sin embargo, que haya una relación directa entre la aridez del paisaje y las producciones intelectuales de sus habitantes. Pero sí creo que ese argumento resulta funcional a la hora de alistarse en las filas regresivas de los críticos y literatos del Estado, quienes ven con ojos irritados nuestro desempeño artístico. Por ejemplo, en Salta no se discute el canon, se lo da por sentado: Dávalos, de prosa insuperable, y Castilla, el de “ojo decididamente virgen”[3].

De muchas maneras sostener que Dávalos y Castilla son insuperables, desconociendo a la poesía de Jacobo Regen y a la prosa de Juan Ahuerma, supone la sumisión a los rigores de los estudios de linaje. Una de las funciones de este tipo de estudios consiste en ejercer un control sobre las sucesiones legítimas de escritores. Generalmente un notable realiza esa labor[4]. Santiago Sylvester, por caso, ha asumido esa tarea teniendo como horizonte epistemológico el análisis generacional: elabora un listado de nombres, realiza generalizaciones sobre sus textos y en su papel de notable extiende carta de ciudadanía a escritores hasta entonces iletrados. La dispersión de la palabra poética, en muchas ocasiones, se ve coartada por la difusión y mención de nombres. Un mencionado, en boca de un notable, se convierte en poeta, título que ni Jesucristo se dio para sí. De esta manera el ejercicio crítico se convierte en una función pública y el poeta entra a conformar una casta aparte dentro de la sociedad, la de los iluminados, personajes flotantes que recorren las callecitas del centrito observando cómo el mundo se mueve debajo, muy por debajo de sus pies.

Ahora bien, ¿dónde quedan y qué lugar ocupan los ciudadanos iletrados en la ciudad lustrada?, ¿tienen voz?, y si la tienen, ¿qué dicen? Siempre resultará curioso el hecho de que en Salta, cuando alguien tiene la palabra, no la quiera soltar. Por el contrario, un acto fundamental de la literatura consiste en impactar en el corazón de su tiempo.

Puestos a caminar por las calles, existen horas en que uno se ha convertido en oído y entonces advierte que una solidaridad básica de la poesía sucede en el acto de compartirla. Entonces, ¿por qué esperar un año para ganar un concurso de la provincia si podíamos publicar cinco títulos en una semana? Los tiempos han cambiado, ¿es necesario decirlo?

Un libro que señala un punto de partida a YA ERA es Crack, escrito en 2008 y publicado por Kamikaze ese mismo año. En él, el lenguaje padece la torsión suficiente para dar cuenta de cuerpos sometidos a la catástrofe. El poema 13[5], por ejemplo, ejecuta en su vaivén el sentido posible de la carne flagelada por el paco en las villas salteñas bajo las botas policiales de fines del romerismo. El poema 22[6], por su parte, escenifica el deambuleo urbano, la paranoia de los narcotizados y los estados alterados de los sentidos. La alteración del sentido construye la respuesta violenta sobre el lenguaje a la violencia de los poderosos sobre los cuerpos de los jóvenes[7].

Eran tiempos de miseria material e intelectual en la casa donde vive la cultura, Caseros 460, por si no lo encuentran en el Google map. ¿De qué manera los poetas y funcionarios de la poesía, encantados en digitar el sistema de sucesión literaria, “objetivaban la realidad de su tierra”? Si leemos el poema 27 de Crack vemos que la voz generada desde ese lugar extraño a la percepción oficial impugna la validez del discurso hegemónico:

“¿ qué poesía ? que el choto me chupe la poesía
he leído y escrito palabras sin carne ni lengua

ahora ya fue o va a ser

y la poesía: antiguo espiral de muertos en la boca”


Morandini nos informa que Dávalos fue el mejor en cuestiones de objetivar un habla regional, claro que olvidó decir que lo hacía como ninguno. Es posible decir que el valor de esa literatura de autor notable, realista, conservadora, que reproducía de manera tardía una tradición a destiempo, vale por haber sido la primera de su tipo en esta pobre región.

La sensibilidad, el gusto, los sentidos de la vida cotidiana, todos son objetos de disputas. Algunos poemas cuestionan y ponen en crisis la escritura misma del valle. Por todas partes, estos discursos buscan sus modos de circular y alcanzar aquellos lugares adonde únicamente llegan unos colectivos repletos de polvo y gente. Nunca está demás preguntarse si quienes viven en las orillas de la ciudad lustrada también son ciudadanos. Veamos por ejemplo este fragmento que diseña un escenario hostil, donde la circulación de los ciudadanos está marcada por fuerzas centrífugas:

“Todos complotan en el país de los pelotudos, tantos celulares para no comunicarnos con nadie en el microcentro policial, casco histórico, policías, tiendas, más policías, tiendas para policías, tiendas para policías de barrio, sillas en la mesa, las mesas en las calles y sus plazas adoquinadas, los hippies, las cámaras por seguridad, la ley seca, los niños abusados, las botellitas de plástico, los faroles, los farolitos, los arbolitos de la recova, el alambre de púas, la caja idiota en la cabeza de las escuelas, más celulares, la policía con sus celulares y sus malditas fotos de la culpa y cargo de todo lo creado.
Aquí en Salta se postra el paraíso de todos los estafadores.” (de YA ERA, revisteril contemporáneo).

En pocas palabras, YA ERA es una productora de ideas alternativas y trabajo no formal, dedicada al reciclaje y producción de libros, donde participa gente de la que hay que desconfiar porque tienen los siguientes rasgos: rostros asimétricos, tatuajes, cicatrices, ropa sucia y hablan como delincuentes. Somos cualquiera escribiendo y no vamos a detenernos ahora, marchamos sencillamente[8].

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[1] Texto leído en el I Simposio del Sub-proyecto interinstitucional sobre la literatura del NOA, San Salvador de Jujuy, 19 de octubre de 2010.
[2] Cito un fragmento de la crítica realizada por el reconocido crítico cordobés Alejandro Morandini a un texto acerca de nuestras andanzas en Jujuy: “Y luego: el canon: men, vivimos en una provincia mediterránea en la zona más pobre del planeta, ¿de qué canon me hablan? Hay una pobreza material e intelectual que espanta: ahora si canon es repetir a Dávalos: bienvenido, todavía no leí ni una línea en prosa mejor escrita que la de Dávalos y no porque estuviera "bien" escrita, sino que la supere en tanto visión de la sociedad que describe y el uso del lenguaje local y acierte en lo que objetiva, lo mismo con los versos de Castilla”. El texto completo puede consultarse en el blog opadromo (http://opadromo.blogspot.com/2010/10/respuesta-iracunda-las-andanzas-de-juan.html) en donde además han sido publicados textos de Alejandro Luna y de quien les habla acerca de cuestiones referidas a los sistemas de legitimación de discursos en la Provincia de Salta.
[3] He recuperado ese verso de un libro de poesía del reconocido crítico cordobés, Bestias domésticas, que ganó el concurso de poesía para autores inéditos del año 2005 de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta. No debemos olvidar que esta última es la principal institución legitimadora en Salta, sus dictámenes otorgan, de manera automática, las llaves de la ciudad letrada.
[4] En una monografía sobre el anarquismo en Argentina, Luz Heredia sostiene que es posible advertir prácticas cristalizadas en las sociedades de las provincias que denomina nepotismos provinciales. Dichas prácticas generan representaciones sociales que desactivan la movilidad social de los actores, puesto que tienden a perpetuar en lugares estratégicos de poder a las élites dominantes: “estos grupos no son ni se imaginan iguales. La desigualdad y la jerarquía son públicamente reconocidas, son consideradas como naturales. Estas categorías nativas de superioridad “naturales” son encarnadas en un actor especifico, el notable, quien es la única voz legítima de enunciación […] Los notables eran personas con educación y erudición, en su mayoría pertenecientes a familias de renombre de la clase aristocrática, los depositarios no solo de la tradición sino también del poder político y económico”.
[5] cuerpos cuerpos cuerpos /sombra// repetición del mismo cuerpo/ en la esquina/ en el cordón de la vereda// todos los días el mismo día en la cuadra/ mudanza inmóvil de los cuerpos/ que son ninguno/
la eternidad instantánea/ de una esquina a otra// mudanza inmóvil de ruinas// chispazos de encendedores que ponen/ a funcionar los relojes/ durante el único segundo antes de ser/ fantasma al final de una pipa
[6] dibujito del odio escrache en los ojos/ no mirés/ no mirés// se ha aplicado la tumba/ y todo el mundo policía/ vigila los rostros rotos// alambra el mundo con borde atravesado// sólo el llantazo quiebra límites en las caras// escritura sin palabras
[7] El cuento “Valentín, historia de un pipero”, publicado en YA ERA, tiene la siguiente dedicatoria: “a todos aquellos que habitan en los sótanos del infierno y mantienen viva la fe de las calles, sus códigos vivos y su lacerada juventud, porque son ejemplos tristes del dolor y la pasión por un inexplicable viaje al fondo del horno”.
[8] "vacilamos, pero es necesario que no nos asustemos ni soltemos, por así decir, el nuevo saber. además, no podemos ya volver a lo antiguo; hemos quemado las naves y no nos queda más remedio que hacer de tripas corazón, suceda lo que suceda. marchamos sencillamente, cambiamos de sitio". (fragmento 248 de humano demasiado humano).

25.10.10

LÍA SOSA LEE CRACK

Sacado de http://entramada.blogspot.com/
Crack, libro de poemas

de editorial kamikaze
de josé ignacio gonzález (no sé quién es)

genio total despejado de poses, honesto extremo, desconsiderado, libro para comerse las uñas y tragarse la lengua...
dimensionaliza la poesía, la desborda, la vuelve gigante
desmaquillado fluir de visiones gangrenadas de extasis perceptivo algo así este librito
que veces lacera el tórax y el cráneo como en 2 "no funco"
bello bello bellos poemas
intenso sentido estético, un simbolista auténtico contempóraneo, un guarango, sincero sin ingenuidad posible.
tremendo eficaz golpe al centro de uno mismo la poesía de este genio total, irreverente e insalvable parece demasiado hondo
sobrenatural.

27.9.10

ANDANZAS

De un modo extraño, inevitable, siempre terminamos desparramados en algún lugar. El viernes estuvimos en Jujuy, en la facultad de sociales, donde Pablo Espinoza había organizado una Feria de arte independiente. Capital inicial total entre Chuky, el Cubano y yo: 40 pesos. Precio del bondi Salta- Jujuy: 35 por pera. Hacer dedo y que te lleven volando: no tiene precio. Salimos esa mañana y anduvimos por Monterrico y El Carmen antes de llegar a San Salvador. A veces me da por creer que tenemos una suerte hecha a nuestra medida que nos propulsa, solo debemos elegir el rumbo.

Llenamos nuestras mochilas de libros, los conocidos hechos con tapas de vino, tomadas por sus autores, y unos diseños nuevos hechos con papel y cinta de colores, que hemos dado en llamar la serie alemana porque nomás teníamos rojo, amarillo y negro. Como habíamos estado trabajando con intensidad descomunal esa semana habíamos logrado avanzar en la “estética” de la tapa y habíamos “inventado” unos anotadores de lo más vistosos para que el lector en potencia también pudiera escribir su propia aventura.

YA ERA a esta altura es la suma de todas las experiencias fallidas que se puedan imaginar desde la Sociedad de los poetas ebrios hasta Kamikaze, pasando por Oktubre u Ocupas. Sin embargo hemos llegado a este momento con convicciones y certezas de las que entonces carecíamos. Sin contar que la juventud es un valor agregado.

Nomás llegar a Jujuy comenzamos a toparnos con la gente buena de la ciudad. Pasamos a visitar a Meliza Ortiz y, como siempre, nos recibió con los brazos abiertos. Por eso también creo que la poesía muchas veces juega un papel muy importante en la construcción de las comunidades. La palabra, la poesía, cualquier forma de arte, vincula a los individuos, produce identificación, restituye lazos rotos o si no existían los inventa. En ese sentido la poesía genera todo una enredadera solidaria. Meliza es la duenda que nos lo hizo saber antes que nadie en Jujuy.

Luego de ahí recorrimos un poco las calles antes de dar con la facultad. Cuando entramos nos llevamos una sorpresa que nos hizo sonreír: los estudiantes estaban haciendo los últimos arreglos para recibir a una Virgen. Desde luego este acontecimiento entorpecía la realización de la Feria, a tal punto que debieron instalarla en el tercer piso del edificio. Algunos pensaban que la irrupción de la Virgen en la facultad representaba una invasión católica en un ámbito laico. Supongo que así como la nuestra era una fiesta pagana, la de ellos también cumplía una misión festiva que no puede producir más daños que los que podría provocar nuestra presencia.

No contentos con la Virgen, otros estudiantes empezaban a organizar la elección de la reina de la primavera en un salón a metros de la Santa Madre. La mezcla de música y colores en un momento era demencial: por un lado aplausos, por otro rezos, un piso más arriba había un congreso de Salud donde se la pasaban disertando y nosotros en el tercer piso restándole seriedad al principio según el cual la literatura del NOA solo tiene autores de renombre: Castilla, Groppa, Tizón, Foguet, Ardiles Gray. Entre nosotros circulaban nombres que más que eso parecen contraseñas para entrar de contrabando a un bar: Pablo Espinoza, Meliza Ortiz, Mariano Ortiz, Fernanda Escudero, Ezequiel Villarroel, Alejandro Luna, Diego Ramos (o Chuky, claro), Lía Sosa, Diego Arroyo (el Cubano), Carlos Varas Mora, José González, yo (¿por qué no?).

Si algo hemos aprendido de tanto ir a la Casa de la Cultura o a la Biblioteca Provincial, por lo menos en Salta, es, primero, que la solemnidad acorta y luego mata la vida de la palabra; segundo, que ya no resulta crucial esperar alguna forma de reconocimiento por parte del ghetto literario salteño. Bueno, hemos aprendido muchas otras cosas a partir de estas revelaciones: si la cuestión literaria en Salta pasa por publicar, eso es algo que lo puede hacer cualquiera, incluso sin moverse de su living. Nosotros tenemos una especie de casa tomada donde realizamos un trabajo intenso de producción de libros, artesanías, pintura y música. De hecho, en el mismo sitio conviven dos editoriales distintas: equus pauper y YA ERA.

Por otro lado, conviene reforzar la idea de que los parámetros de legibilidad necesitan ser sometidos a un proceso de apertura. Siendo la crítica literaria en Salta, y acaso en el NOA, un discurso ausente, o abarrotada de manierismos universitarios, que pongamos a circular autores nuevos, que trafiquemos literatura de una provincia a otra, que nos encontremos en sitios donde no van los escritores “oficiales”, que de hecho hayamos modificado el guión de prácticas como “la presentación del libro” sumando otras prácticas artísticas, demuestra que todo conduce a una pendiente crítica que es síntoma de un cambio de época.

Después de todo, la ciudad ha crecido, ahora somos muchos los que escribimos, los que pintamos, los que hacemos música, los que hacemos teatro, los que pensamos y debatimos los diferentes aspectos e instancias de nuestro arte. Un poco en desacuerdo con Anahí Mallol, la cualquierización de la literatura no es un fenómeno tan perjudicial, pues permite hacer estallar el canon y obliga a la crítica a ocuparse de esas zonas de las letras arrasadas por el desastre post 2001. Con lo cual quiero decir, una vez más, que no necesitamos de los concursos provinciales de la Subsecretaría de la Provincia para publicar porque tenemos la convicción de que es preferible pasar la palabra de boca en boca que ponerla al servicio de modos de producción que no atienden las necesidades reales de los escritores. Por ejemplo, no existen libros de autores salteños en las librerías de Salta editados bajo ese sello, así como no figuran en las escuelas, en las bibliotecas populares, no aparecen mencionados en los medios de comunicación, no son objeto de estudio en los claustros universitarios, no son enseñados en el nivel medio ni en la primaria ni mucho menos en los profesorados. Es decir que la política cultural del Estado nos parece de una insuficiencia estructural. Salvo honrosas excepciones, como el caso de Gregorio Caro Figueroa, la cultura en Salta es una prótesis del Turismo, sobre todo ahora que está bajo la pobre gestión del abogado Ovejero.

Nuestro desinterés por este tipo de formas de publicar también reside en el rechazo a un presupuesto que domina el campo literario salteño: quien gana un concurso es el mejor en su rubro. Creemos que esta forma de legitimar poéticas y poetas evidentemente no es la única ni la última. En muchos casos tengo la sensación de que han recibido un certificado oficial, estatal, de poeta que no dice demasiado acerca de su poesía, o para decirlo de una buena vez, que muchas veces su poesía no tiene absolutamente nada que decir salvo que el Estado ha invertido mucho dinero en la imprenta para editar esos famosos libros de depósito que nadie lee.

A tal punto nos resultan incómodas, y hasta podríamos decir indeseables, las prácticas literarias que tienen lugar en la Casa de la Cultura que un dato de lo más nimio nos dará la idea más cabal de lo que venimos diciendo: en nuestra ciudad las calles son angostas y el tráfico cotidiano es el delirio de un niño medio drogado jugando a los autitos chocadores; a esto súmese la importante estafa del transporte público llamado SAETA; ahora veamos un poco el paisaje y notaremos que el medio popular de las clases populares es la bicicleta; de ahí a los salones donde dice vivir la Cultura de Salta hay un largo trecho: ¿por qué el uso de la bicicleta no es una política ambiental, cultural y hasta turística del Estado?; más importante todavía es retomar la pregunta de Ramón Vera: ¿por qué la Casa de la Cultura no tiene un lugar donde poner bicicletas? Ya sé, la pregunta parece una pavada de un idiota que escribe cartas de lectores que el Tribuno jamás publica porque son muy indignadas, sin embargo también quiere poner el dedo en la siguiente llaga: ¿es la Casa de la Cultura el único lugar donde se pueden expresar los artistas o por el contrario es un cubil elitista desde donde sus funcionarios digitan y brindan su aval ideológico a las inclusiones, expulsiones y desigualdades sociales? ¿A qué tipo de público van dirigidos los eventos, las muestras, las presentaciones de libros? ¿Cuando comenzamos a reconocernos las caras en un lugar muy pequeño y apretado, no será hora de irse? No sé, a ver si por lo menos llueve en la esquina.

Si he sido muy duro sepan aturdirse, no se atraganten todavía, es que en estos momentos debemos marcar la diferencia, es un tiempo para elegir la vereda dónde caminar. No sé cuál será el derrame de estas palabras en el futuro, sé que ya no se puede seguir haciendo pasar la miopía por poesía. Así como el Nietzsche de Más allá del bien y del mal se jactaba de ser un plebeyo con gusto aristocrático, pues había leído a Homero, a Horacio, a Shakespeare, es decir lo mejor de cada época, de cada cultura, aquellos que por cierto escribían para aristócratas, la nuestra es una época perversa en la que el gusto plebeyo de “estas” escrituras tan nuestras invadirán la ciudad letrosa porque los aristos (los mejores) se han quedado con poco para decir. Pienso por ejemplo en la reciente publicación de Romance del bar, de Carlos Hugo Aparicio, escritura casi póstuma que no viene a añadir demasiado a su obra más importante, a saber Trenes del sur y Sombra del fondo. No debemos alarmarnos mucho, esto siempre sucede, un sistema literario ya consolidado no puede más que producir la confirmación de sus propias reglas. Una escritura en vías de realización busca su sitio a costa del espacio que ocupan otras.

Cuando uno escribe, ese gesto señala una actitud: yo no estoy diciendo lo que dice el otro, yo digo que mi palabra busca al otro. Precisamente en esta evidencia casi trivial ponemos el fundamento de nuestra acción: no escribimos en el aire, sabemos que hay lectores que nos quieren leer aun si desconocen nuestra existencia y que recluir la palabra en ámbitos solemnes los aleja de la materialidad viva de la palabra, la voz, los gestos, la presencia del poeta renovando un pacto intangible con su comunidad, con su tribu.

Así pues, YA ERA funciona como una manada de inadaptados que deambulan con los ojos errantes, parecemos perros callejeros en busca de la mejor ocasión para satisfacer nuestros deseos más sombríos, nuestro territorio natural es la noche, la perpetua noche, de lengua larga y sentido errático, suelen confundirnos con ladrones, prostitutas, drogadictos, borrachines, artesanos o hippies. Nada de esto nos ofende, si hasta salimos mencionados en el Tribuno de Jujuy, por primera vez no lo hacemos en la sección policiales, como “los chicos de Salta con sus libros de cajas de vino”. Recuerdo que, cuando ya todo había terminado, cuando apenas quedaba un hilo de voz para seguir cargando el viaje y los vasos, una vez más, habían sido secados, Lía Sosa leyó el poema 14 de Crack, de José González, que, yendo contra “la casta plegariedad de las palabras”, terminaba diciendo “y mi voz pija dura”. Esa pasión escatológica, antideclinatoria y orgásmica nos produce la poesía. Ahora sí, que se haga agua el picolé.

13.9.10

PRIMERA FERIA DE CACHIVACHES EN EL ARISTENE PAPI


El viernes 10 de setiembre de 2010 será recordado como el día en que la feria de cachivaches interrumpió la calma siesta de la ciudad. Todo comenzó por iniciativa de la productora de ideas y trabajo alternativo YA ERA, encabezada por Diego Chuky Ramos, cuyo principal móvil consistía en mostrar formas no canónicas de intervenciones artísticas, activar en los espectadores la reflexión acerca de los mecanismos que digitan las formulaciones de dicho canon, perturbar el orden estatuido en la ciudad por el poder policíaco, quien se adjudica el derecho de detener a los artesanos, malabaristas y vendedores callejeros por el solo hecho de deambular. De paso, aclaremos que esta gente era la protagonista de la feria, es decir, ellos eran los cachivaches.

La idea de acentuar una postura en contra de la policía no es para nada descabellada, el Mosca, presentador del show, fue llevado a la Alcaidía un par de horas antes de que largara la feria. Tan solo la pronta respuesta de los organizadores pudo resolver la situación. Las posturas policiales a este respecto recuerdan viejas ordenanzas municipales, desde luego derogadas hace años o caídas en desuso por su falta de sentido común, como la detención por vagabundeo. No debe llamarnos la atención que esto suceda, después de todo la provincia de Salta, sin importar si gobierna Romero o Urtubey, ocupa puestos de privilegio en el ranking de las más fascistas.

Ahora pasemos a lo más importante. En la feria hubo de todo, desde música hasta espectáculos de fuego, pasando por recitales de poesía y stencils en vivo. La idea que flotaba en el ambiente y permitía coagular una comunidad efímera de artistas y público era la de la participación: el arte es para todos, es de todos. Gente de todas las edades y sitios pudieron disfrutar del encuentro con formas de ver el mundo que no circulan en los medios y que no son valorados sino de manera negativa. La feria, entonces, puso en evidencia que este tipo de contactos resulta necesario para derribar muchos de los prejuicios que nos desvinculan de los otros y disgregan nuestra sociedad.

Un punto importante fue la presentación de siete títulos de poesía de autores salteños, todos imperdibles: Wanderfull life, de Carlos Varas Mora, que reúne los poemas ganadores del concurso de la UNSa de 2008 más otros de 2010; la re edición de Crack, de José González, libro mítico si los hay, de la ya desaparecida revista Kamikaze; la revista YA ERA, de mitos, leyendas, medicina alternativa, historias de gente de la calle y dibujos originales; los Poemas institucionales, de Alejandro Luna, editados por Equus pauper, que habla de la locura en la sociedad; Síntesis del laberinto, de Fernanda Salas, cuyo contenido se asemeja al sabor de ciertas pequeñas sustancias alucinógenas; Miniaturas de la oscuridad y Andariego, de Díaz Pas.

El stand de libros estaba repleto con lo mejor y lo más nuevo de la literatura de Salta, si bien había un par de ausencias que pronto serán subsanadas, como las de Jesús Ferreyra, Mariano Pereyra y Rodrigo España. Porque lo importante es que la palabra se disperse, busque a su público, de otra manera la poesía no cumplirá con su cometido: pasar la voz a quien pase por la calle. A diferencia de las prácticas oficiales, en donde muchos de los escritores además son funcionarios estatales, la feria proponía abrir el circuito de los libros a cualquiera, evitando así el fenómeno de ghetto literario que provocan lugares como la Casa de la Cultura o los salones de la Biblioteca provincial. No estará fuera de lugar concluir que algo de eso sucedió.

Acaso la sensibilidad ha sufrido una apertura a la que otras generaciones son miopes y la poesía, que nunca quiere ser la misma, le ha ganado a los discursos hegemónicos, a fuerza de feroces disputas, zonas del decir antes excluidas. Muchos poetas de Salta, estoy seguro, no se hubieran divertido al ver cómo unos muchachos vendían literatura envasada en origen, forrada en tapas de vino, cosidas con grosero hilo encerado, hecha a contrapelo del mercado editorial, del copyright y, en algunos casos, hasta de la noción de autoría. La poesía, al parecer, tiene en la anonimia el destino de su supervivencia: no importa quién dice las palabras, importa qué dicen las palabras, a quiénes buscan.

Además de toda la poesía, los malabaristas brindaron su espectáculo, cautivando a los niños y a los grandes, al ritmo del cajón peruano de Luigi. Los cachivaches le prendieron fuego a los contornos de la noche que nos reunía y, porque en los ojos todavía llevamos la memoria ancestral de la primera chispa que vio el hombre, nos resultaba imposible desprendernos de las formas que los devils dibujaban en el aire, de un lado al otro, de arriba abajo, entre las piernas y girando sobre su eje entre los dedos.

También hubo tiempo para la performance delirante de Lucía Chagaray, quien hizo un Espantapájaros de Girondo bastante dark, a camino entre un cuervo y un payaso iracundo. Además estuvieron los stencils del Cubano, personaje más que llamativo de las calles de Salta y, si no me equivoco, uno de los mejores y más críticos dibujantes que producen en el medio. Armado con sus aerosoles acribilló afiches, remeras, manos, espaldas y hasta piernas con diferentes motivos. La gente se amontonaba para escracharse y nadie se iba con las manos vacías, como en toda la noche.

No se puede pedir más. La primera Feria ambulante, rodante, voladora, cachiferia o como quieran llamarla fue un tremendo éxito que pronto estará recorriendo otros lugares de la ciudad, llevando el arte a la gente, algo que parece un lugar demasiado común, salvo que ¿quiénes de ustedes, poetas, artistas, músicos, salen a buscar al que los leyó, los vio o los escuchó?

25.8.10

VACÍO TOTAL

Pensando morir de risa, qué más quisiera que una canción cursi, dar amor, pero, ¿Daniel Johnston? La canción entra a mezclarse adentro de los vasos, consiste como la sangre, hay un crujir de hojas de lechuga, un par de manos expertas arma un niño envuelto en seda, al instante la crepitación de la brasita entre los dedos, la áspera invasión del vegetal. El aroma endulza, luego vivifica y renueva un pacto entre nosotros, la duración y la velocidad de las cosas de esta vida, de este lado de la vida. Por los cuellos, las manos y sus rotaciones lánguidas, por las risas y los hachazos del silencio cada tanto, digo que estamos colgados. Nos miramos pero como desde antes de conocernos de cerca, tenemos los ojos amortiguados, los párpados rellenos de vidrio, brillamos en la espesura de la sombra, de alguna forma somos arena bajo la luna llena, imagino cuervos, imagino camisas rellenas de paja, imagino arañazos en los brazos, imagino abrir la puerta, encender la luz y ver cómo se rompe el vacío en la atmósfera de mi casa, casi puedo provocar al viento, ingresar en la corriente lo mismo que un diente de león. Suben el volumen, entonamos la voz para hablar con claridad y sin embargo terminamos por evocar un malentendido ancestral. Creo que estamos descolocados por culpa de la humareda y nos gana por un segundo la turbación de sospecharnos máscaras, pero no, en verdad nos estamos encontrando. Naturalmente bailamos, porque nada nos lo impide y, en cambio, la invitación está en todas partes. Flotás, llevada, montada en una calesita de agua. Pronto algo en mí deja de funcionar, es cierto. O funciona mal. O las dos cosas. De repente estoy metido en mí, el yo mayor, el sí mismo que de todo quiere hacer su propiedad. Salto, sin embargo, eludo la conspiración del sentido, si todo lo tiene, ¿quién nos dirá cuál? Precavido es quien desconfía, deseoso el que huye. De a ratos incrusto mis ideas en un agujero hecho con la uña en las cáscaras de la pared. No es suficiente, además haría falta arrojar los intestinos a los perros, los ojos a los cuervos, los sesos contra el espejo, las venas a los gatos, los cabellos al fuego, los cuartos a un río (de preferencia uno a punto de recibir el abrazo marino, oh, perderse). Los huevos habré de llevarlos bien puestos hasta lo último, el glande habrá de ser destinado a engrandecer (englandecer) la historia de una lengua y, desde luego, no habré de desenvainarlo en vano. La canción sigue la pista de algún acorde extraviado, la seguimos sin saber dónde nos depositará. Nos soltamos, giramos, nos trenzamos, ella (vos que de pronto te volviste ella, ausente, desde qué lejanía nos estamos asistiendo) me aplasta, yo le beso los ojos, su lengua se rompe adentro de mi boca, traga todo mi aliento, estamos cada vez más borrachos, desencadenamos las bestias y nos piensan devorar. Después lo pienso y llevan las de ganar, ya no somos buenos para este juego, hemos quedado los autos chocadores más desprolijos, los ciclistas con menos equilibrio, los cirujanos sin pulso. Si llega, en suerte, una buena mano, llegará, mientras tanto vamos haciendo lo que se puede, falta envido y truco. Sin más piel que un andrajo, qué digo, mucha maleza, mucha, me despido al fin de los presentes, quiero amanecer en casa y noto, porque de pronto la voz es un murmullo de sofá, que mi carne transpira soledad por todas partes.

6.8.10

EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES

En uno de sus ratos de mayor concentración fascista en la sangre Vargas Llosa dijo que, si no querían desaparecer, los indígenas de la zona amazónica del Perú debían ceder y adaptar sus modos de vida a los parámetros de Occidente. La razón para tamaño disparate residía en que Occidente había probado ser la cultura más exitosa en la historia de la humanidad y, por lo tanto, no acoplarse significaba quedar fuera de la Historia. Salvando las distancias (después de todo Vargas Llosa es un hombre que cobró fama por escribir literatura latinoamericana en el siglo pasado), nuestros políticos salteños piensan algo peligrosamente parecido. Recientemente estuve en el pueblo de Nazareno, donde sus ciudadanos decidirán este domingo 8 de agosto, mediante un referéndum, si quieren o no que funcione una hostería construida por el gobierno de la provincia. La cuestión es candente y podemos ver a la gente dividida en dos facciones políticas netamente diferenciadas. Por un lado, quienes apoyan el sí, amparados bajo la figura del intendente Julián Quiquinte, servil a los intereses del Estado provincial. Por otro, quienes apoyan el no, sobre todo los integrantes de la OCAN, Asociación de Comunidades Aborígenes de Nazareno que nuclea 23 comunidades de la zona (para la Municipalidad las comunidades se llaman parajes porque no existe una asunción “oficial” de la identidad aborigen colla, luego se usa comunidad como un término aproximado a las formas de representarse la convivencia). Los problemas e irregularidades son muchos. Primero está el hecho mismo de construir una hostería en una zona en donde se está litigando el derecho a la propiedad comunitaria de la tierra, esto significa que nadie puede vender ni comprar tierras que le pertenecen a sus legítimos dueños aborígenes, tras lo cual queda por ver cómo el Gobierno expropió el terreno en donde se asienta el edificio destinado a la hostería. Segundo, las promesas de promoción social y económica basados en algo que el Estado denomina unas veces “cultura turística” y otras “turismo comunitario” no hace más que poner en marcha una falsificación de la identidad cultural de las comunidades. Despreciando cualquier otro tipo de proyectos destinados a generar “divisas”, como dice el secretario de turismo y cultura de la provincia, pretende realizar lo que no existe: si hay turismo podrán vender sus artesanías, tejidos y mostrar su modo de vida agrícola en medio de los cerros más inaccesibles. Claro, está pensando en el asombro de los europeos, americanos (del norte), porteños y burgueses de cabotaje, para quienes cualquier expresión cultural particular se limita a un hecho exótico digno de una fotografía para postear en Facebook. El Estado olvida que la memoria cultural no es una cadena de producción fabril de mercadería y que el turismo no la hará resurgir sino que promoverá su invención como objeto comercial. De seguro existen muchas otras formas de recuperar y afianzar saberes y prácticas ancestrales. Además está la cuestión altamente invasiva que todo esto supone. Porque, a ver, no es que vamos a defender el aislamiento, no vamos a sobreproteger una especie de célula con el ADN colla más puro que existe, la cuestión va más allá: hasta qué punto el Estado provincial desatiende reclamos legítimos como el de la tenencia de la tierra en favor de negocios millonarios con gente a quien solo el dinero ha dado poder. No estoy seguro de pensar que las conciencias y las voluntades solo deban respetar signos poco heroicos como el $ o el €. Algunas cosas sencillamente no se subastan, la identidad y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, por ejemplo. Con el cuchillo bajo el poncho, el Estado, haciendo realidad la esperanza de muchos empresarios, quiere transformar los modos de vida y las actividades económicas de una sociedad en formas de servilismo que deslegitiman los valores idiosincráticos en favor de lo ajeno. Recordemos que no hace mucho en Salta era fácil chocarse con afiches que alentaban a sonreír y ser amables y serviciales con el turista porque él nos daba de comer, cosa nunca más alejada de la realidad. Bástenos repasar cuántos de nosotros tenemos una hostería, un restaurante o un puesto de “artesanías” (hay toda una religión alrededor de lo artesanal que resulta irrisorio, un mismo aguayo se puede comprar en Cusco y en la calle Caseros y Deán Funes, algo así como que la diferencia entre un mate tallado a mano en el Chaco y otro tallado en Colonia es lo que viene después de Recuerdo de…). El turismo en Salta representa una invención como muchas cosas en nuestra provincia, enumeremos algunas, las más vistosas: apotegmas como ciudad colonial, tierra de gauchos (que serían el hazmerreír de cualquier gaucho real); diputados nacionales, como Alfredo H. Olmedo, que dicen representar a toda una comunidad progresista; ritos religiosos que dinamitan el libre pensamiento, como la implementación de la educación católica en la escuela pública; fuerzas especiales de represión respetuosas de las tradiciones nacionales del garrote y la delación, como el 911 y el sistema de 0800 para denunciar de manera anónima supuestas maniobras de narcotráfico. Nuestra sociedad marcha sin apuros ni sobresaltos hacia la mejor de las democracias de derecha, uno de los tantos éxitos del querido Occidente nuestro de cada día. La construcción de la hostería nunca pudo frenarse, a pesar de la oposición de gran parte de la gente de Nazareno, pero sí su puesta en funcionamiento. Sin embargo, con el referéndum, cabe la posibilidad de que esto suceda. Los argumentos del Gobierno apoyan la idea de que serán los mismos aborígenes quienes manejen todo lo relativo al turismo. Sin embargo, nada de esto se explicita en las boletas de votación, que solo expresan la voluntad de que funcione o no, y jamás bajo qué condiciones. La gente de la OCAN pretendía que, una vez finalizada la obra de construcción, se utilizara el edificio como instituto terciario, pero qué negocios y beneficios puede representar para el Estado un puñado de collas educados, no, mejor si los puede comercializar a precios irrisorios. Un detalle importante tiene que ver con el sistema de votación electrónico, que parece ser otra moda para estar a tono con Occidente. Se lo pone en práctica en una comunidad donde muchos de los ciudadanos con edad para votar no tienen conocimientos acerca del funcionamiento de este tipo de tecnologías y algunos son analfabetos. El Gobierno aduce la obligatoriedad de este sistema porque es el que ofrece mayores garantías de transparencia y mayor efectividad para el conteo. Sin embargo, pensando en la delicada situación de tener que decidir el futuro de una comunidad, ¿no resulta cuando menos sospechosa de cierta mala fe esta maniobra? Para aumentar la sensación de estafa en progreso, por ningún lado aparecen los informes de impacto socio cultural, ambiental y económico. Por más que se insiste en esto último como la salvación de la Puna. El hecho de que gran parte de la comunidad se oponga a la hostería, ¿no quiere decir que hay gente que piensa que debe haber otros modos de poner en marcha el desarrollo de las comunidades aparte del servilismo? El hecho de que las principales armas publicitarias del Gobierno sean promesas de trabajo en la hostería (mozos, limpiadores de pisos y retretes, paseadores de gringos y sonreídores profesionales) y de que compre voluntades mediante “regalos” como 250 celulares de la empresa Claro (única que tiene señal en el pueblo), ¿no indica cierta repulsión a tomar en cuenta las necesidades reales de la gente con tal de cerrar negocios millonarios? ¿A nuestro Gobierno le interesamos en verdad? Por estos días vemos desfilar personajes en camionetas 4x4, escudados detrás de lentes para sol, aprovisionados con la aparatosa rigurosidad de un funcionario turista; husmean por la calles en busca de detalles curiosos, como si el pueblo estuviera obligado a ser lo que no es, trabajan en la Secretaría haciendo publicidad, pasando avisos pregrabados, casi con seguridad pre fabricados con el mismo molde para todas las comunidades adonde se presentan con su política expansiva. Mientras tanto, a pie y con muchos menos recursos publicitarios que el Gobierno, son las mujeres quienes han salido a luchar por la defensa de los derechos de todos: la concejal Nora Domínguez y Adela Torres y Estela Lamas de la OCAN. Por estos días recorren las distintas comunidades en busca de apoyo, brindando charlas y poniendo en discusión la política estatal que una vez más los pasa por alto. No son caminos fáciles y tampoco es tiempo para la tibieza. El otro día hablaba con un amigo acerca de este tema y me decía que estas cosas no se pueden detener, que uno tiene que pensar desde un plano real y aceptar las cosas como son. Pensar de otra forma, que llamaba plano irreal, es soñar y vivir en una nube. Olvidaba que las cosas no son sino como queremos. Curiosamente estamos en el mes de la Pachamama, ¿qué cosa es pensar desde el plano real? Es decir, a qué plano real plegar la propia subjetividad, ¿el del materialismo occidental? o ¿acaso hay otros planos donde lo real juega con otras convenciones, tiene otro dinamismo, produce un conocimiento y un sistema perceptivo diferentes de los nuestros? De otra forma: qué es Occidente sino un sistema altamente sofisticado de consumismo cuyo mayor éxito ha sido universalizar en el tercer mundo la igualdad: todos somos igualmente pobres, iguales en nuestra falta de plenitud de derechos y libertades, iguales como fotocopias para el ojo del otro que nos ve morochos, achinados y quiscudos pero simpáticos (a menos que bajemos de un avión en Barajas, por ejemplo). En el encuentro con el otro, la exotización resulta una versión más del etnocentrismo de nuestros gobernantes. Por cierto, en este turismo para todos, una noche en Nazareno costará 290 pesos argentinos (todavía no se aceptan euros o dólares, al menos no por encima del mostrador), cuenta con amplias habitaciones, salas de reuniones, calefacción e internet y salas de relax, es decir que replica con extrema infidelidad el estilo de vida de la gente del pueblo. Sin embargo, este dinero no solventará la hostería. El principal capital con que cuentan los empresarios y nuestros gobernantes, como en el caso de las minerías a cielo abierto o de la deforestación sojera, es la indiferencia. Más que plano real diría que algunas realidades aplanan la conciencia.

8.7.10

RESTAURANTE

Un hombre atraviesa la puerta vestido de saco y corbata. Ocupa una mesa adornada con un florero rojo de cuello estirado y una flor de plástico amarilla del tamaño de un girasol. Huele la flor. Acomoda el nudo de su corbata. Coloca una servilleta sobre su pecho. Aclara su garganta. Levanta la mano. Aparece un mozo muy gordo. Acerca el oído hasta la boca del cliente y hace una cara de extrañeza. Se oye el susurro. Desaparece. Vuelve con una botella de vino, un vaso y una cesta de pan. El cliente agradece con un movimiento de cabeza. Se quita el bigote con gran parsimonia. El mozo retorna con un plato lleno de fideos. Se los viene comiendo a gran velocidad. Posa el plato vacío frente al cliente. Este lo mira con cierto rencor. El mozo tose y de inmediato le sirve vino. Luego hurga entre sus bolsillos y extrae una libreta, que pone en lugar del plato. El cliente sonríe gustoso. Hace el gesto de “puede irse”. De inmediato se encorva y hunde el hocico en el papel. Comienza a escribir pero se da cuenta de que le falta la lapicera. Levanta la mano enojado. El mozo lo asiste con celeridad. Se da un golpe en la frente y sonríe exhibiendo la lapicera, que le entrega a continuación. Mueve la cabeza de lado a lado sin dejar de sonreír. El cliente observa con cuidada atención el utensilio, lo sopesa, lo mide, estrangula un poco sus dedos con la mano libre y por fin se resuelve a escribir. Moja la punta de la lapicera en el vaso de vino. De vez en cuando le da un sorbo, sin dejar de escribir ni por un segundo. De a poco sus pelos se irán despeinando, su corbata se irá desanudando, la servilleta acabará siendo revoleada por los aires, deberá desabotonarse la camisa, quitarse el saco, entrar en calor, su mirada tendrá la majestad de lo inefable, del encuentro con lo sagrado. Mientras tanto el florero estalla y la flor crece, crece, de su tallo cada vez más alto nacen ramas. El cliente interrumpe su labor, arranca una rama y se la fuma. A continuación le crece una barba-césped tupida. El mozo se aproxima con un trapo e intenta limpiarlo pero el cliente no lo permite. Lo aleja a empujones y bebe todo el vino restante en el vaso de un sorbo. Por fin levanta la mirada con la libreta abierta entre las manos, como si estuviera listo para revelar su contenido. Después de meditar un instante con los ojos cerrados, decide levantarse. Camina hasta la puerta y se quita un zapato, lo analiza de cerca, lo huele, tantea la dureza de la suela. Con la media se limpia entre los dedos de los pies, la observa, está ensangrentada. Descansa sentado en el piso. Saca un clavo del zapato y comienza a martillar el tallo de la flor. Al hacerlo, de la madera comienza a chorrear vino. Llena otra vez el vaso y lo bebe de una sola vez. Luego se aferra al pequeño agujero y bebe directamente de ahí. El tallo comienza a desinflarse y el cliente cae borrachísimo. El mozo intenta impedir la caída pero es muy tarde. El cliente duerme debajo de la mesa, con el zapato en la mano y la boca muy abierta. El mozo da vueltas alrededor, le limpia la saliva de la cara, le cierra la mandíbula pero como no sirve de nada, le practica un nudo alrededor de la cabeza como cuando uno tienen paperas o dolor de muelas. Se retira detrás de un mostrador. Busca y genera gran desorden. Se aprecian objetos volando por doquier. Cuando recupera su posición junto al cliente, coloca el oído cerca de su nariz. Lo agarra de los pies y lo arrastra, luego lo levanta y lo coloca encima de la mesa, le abre la camisa, le quita el otro zapato y la media, le unta aceite de oliva en la frente, las palmas de las manos y las plantas de los pies. Se santigua, agacha la cabeza. Murmura pero no se entiende nada. La puerta se abre. Entra una mujer muy bella, muy gorda, tiene serios problemas para acomodarse en la silla. El mozo la atiende solícito. Le ofrece la carta. Ella señala algo y el mozo hace el gesto de chuparse los dedos. Entran dos mozos más, se llevan corriendo la mesa con el cliente semidesnudo. La mujer encuentra la libreta en el piso. La recoge, la observa de arriba abajo, la da vueltas y la hojea apresurada. Está por tirarla cuando parece descubrir algo de suma importancia. Entonces llama al mozo y le señala con el dedo una página, de manera enfática. El mozo asiente y desaparece. Al volver lo hace con los otros dos, la mesa y el cuerpo del cliente asado sobre la mesa. La mujer pone cara de espanto, se lleva una mano al pecho, incrédula. Indignada pide la carta y señala con gran furia un punto del menú. El mozo sonríe aliviado. Hace una señal a uno de los mozos y este sale corriendo para volver con una fuente de papas fritas. La mujer se muestra satisfecha y comienza a devorar al cliente asado. Después de un rato termina por dejar el esqueleto estirado sobre la mesa. No ha quedado ni una sola papa. Pide la cuenta. Paga. Deja una montaña de caramelos de propina. Ahora su trasero es dos veces la dimensión de cuando entró y le cuesta atravesar la puerta. Los mozos la observan inquietos, con lascivia, pretenden ayudarla, la empujan, le dan escobazos, emiten gemidos, a punto están de asaltarla cuando la puerta se rompe. Por fin le cortan unas tajadas a sus nalgas, que colocan con extremo cuidado en una fuente llena de fetas de jamón crudo. La mujer por fin consigue librarse y desaparece. El mozo principal coloca el esqueleto del hombre en un gancho para abrigos. Entra un niño pordiosero, macilento. El mozo le echa miradas de odio y le señala el camino por donde vino. El niño pone cara de perro regañado. El mozo le entrega el esqueleto. El niño se lo coloca en la espalda, encaja perfectamente, si hasta parecen sus propias costillas. Encuentra el bigote tirado en el suelo. Se lo pone. Sale contento, dando saltitos y silbando. El mozo sacude sus manos y desaparece. Oscuridad.