27.9.10

ANDANZAS

De un modo extraño, inevitable, siempre terminamos desparramados en algún lugar. El viernes estuvimos en Jujuy, en la facultad de sociales, donde Pablo Espinoza había organizado una Feria de arte independiente. Capital inicial total entre Chuky, el Cubano y yo: 40 pesos. Precio del bondi Salta- Jujuy: 35 por pera. Hacer dedo y que te lleven volando: no tiene precio. Salimos esa mañana y anduvimos por Monterrico y El Carmen antes de llegar a San Salvador. A veces me da por creer que tenemos una suerte hecha a nuestra medida que nos propulsa, solo debemos elegir el rumbo.

Llenamos nuestras mochilas de libros, los conocidos hechos con tapas de vino, tomadas por sus autores, y unos diseños nuevos hechos con papel y cinta de colores, que hemos dado en llamar la serie alemana porque nomás teníamos rojo, amarillo y negro. Como habíamos estado trabajando con intensidad descomunal esa semana habíamos logrado avanzar en la “estética” de la tapa y habíamos “inventado” unos anotadores de lo más vistosos para que el lector en potencia también pudiera escribir su propia aventura.

YA ERA a esta altura es la suma de todas las experiencias fallidas que se puedan imaginar desde la Sociedad de los poetas ebrios hasta Kamikaze, pasando por Oktubre u Ocupas. Sin embargo hemos llegado a este momento con convicciones y certezas de las que entonces carecíamos. Sin contar que la juventud es un valor agregado.

Nomás llegar a Jujuy comenzamos a toparnos con la gente buena de la ciudad. Pasamos a visitar a Meliza Ortiz y, como siempre, nos recibió con los brazos abiertos. Por eso también creo que la poesía muchas veces juega un papel muy importante en la construcción de las comunidades. La palabra, la poesía, cualquier forma de arte, vincula a los individuos, produce identificación, restituye lazos rotos o si no existían los inventa. En ese sentido la poesía genera todo una enredadera solidaria. Meliza es la duenda que nos lo hizo saber antes que nadie en Jujuy.

Luego de ahí recorrimos un poco las calles antes de dar con la facultad. Cuando entramos nos llevamos una sorpresa que nos hizo sonreír: los estudiantes estaban haciendo los últimos arreglos para recibir a una Virgen. Desde luego este acontecimiento entorpecía la realización de la Feria, a tal punto que debieron instalarla en el tercer piso del edificio. Algunos pensaban que la irrupción de la Virgen en la facultad representaba una invasión católica en un ámbito laico. Supongo que así como la nuestra era una fiesta pagana, la de ellos también cumplía una misión festiva que no puede producir más daños que los que podría provocar nuestra presencia.

No contentos con la Virgen, otros estudiantes empezaban a organizar la elección de la reina de la primavera en un salón a metros de la Santa Madre. La mezcla de música y colores en un momento era demencial: por un lado aplausos, por otro rezos, un piso más arriba había un congreso de Salud donde se la pasaban disertando y nosotros en el tercer piso restándole seriedad al principio según el cual la literatura del NOA solo tiene autores de renombre: Castilla, Groppa, Tizón, Foguet, Ardiles Gray. Entre nosotros circulaban nombres que más que eso parecen contraseñas para entrar de contrabando a un bar: Pablo Espinoza, Meliza Ortiz, Mariano Ortiz, Fernanda Escudero, Ezequiel Villarroel, Alejandro Luna, Diego Ramos (o Chuky, claro), Lía Sosa, Diego Arroyo (el Cubano), Carlos Varas Mora, José González, yo (¿por qué no?).

Si algo hemos aprendido de tanto ir a la Casa de la Cultura o a la Biblioteca Provincial, por lo menos en Salta, es, primero, que la solemnidad acorta y luego mata la vida de la palabra; segundo, que ya no resulta crucial esperar alguna forma de reconocimiento por parte del ghetto literario salteño. Bueno, hemos aprendido muchas otras cosas a partir de estas revelaciones: si la cuestión literaria en Salta pasa por publicar, eso es algo que lo puede hacer cualquiera, incluso sin moverse de su living. Nosotros tenemos una especie de casa tomada donde realizamos un trabajo intenso de producción de libros, artesanías, pintura y música. De hecho, en el mismo sitio conviven dos editoriales distintas: equus pauper y YA ERA.

Por otro lado, conviene reforzar la idea de que los parámetros de legibilidad necesitan ser sometidos a un proceso de apertura. Siendo la crítica literaria en Salta, y acaso en el NOA, un discurso ausente, o abarrotada de manierismos universitarios, que pongamos a circular autores nuevos, que trafiquemos literatura de una provincia a otra, que nos encontremos en sitios donde no van los escritores “oficiales”, que de hecho hayamos modificado el guión de prácticas como “la presentación del libro” sumando otras prácticas artísticas, demuestra que todo conduce a una pendiente crítica que es síntoma de un cambio de época.

Después de todo, la ciudad ha crecido, ahora somos muchos los que escribimos, los que pintamos, los que hacemos música, los que hacemos teatro, los que pensamos y debatimos los diferentes aspectos e instancias de nuestro arte. Un poco en desacuerdo con Anahí Mallol, la cualquierización de la literatura no es un fenómeno tan perjudicial, pues permite hacer estallar el canon y obliga a la crítica a ocuparse de esas zonas de las letras arrasadas por el desastre post 2001. Con lo cual quiero decir, una vez más, que no necesitamos de los concursos provinciales de la Subsecretaría de la Provincia para publicar porque tenemos la convicción de que es preferible pasar la palabra de boca en boca que ponerla al servicio de modos de producción que no atienden las necesidades reales de los escritores. Por ejemplo, no existen libros de autores salteños en las librerías de Salta editados bajo ese sello, así como no figuran en las escuelas, en las bibliotecas populares, no aparecen mencionados en los medios de comunicación, no son objeto de estudio en los claustros universitarios, no son enseñados en el nivel medio ni en la primaria ni mucho menos en los profesorados. Es decir que la política cultural del Estado nos parece de una insuficiencia estructural. Salvo honrosas excepciones, como el caso de Gregorio Caro Figueroa, la cultura en Salta es una prótesis del Turismo, sobre todo ahora que está bajo la pobre gestión del abogado Ovejero.

Nuestro desinterés por este tipo de formas de publicar también reside en el rechazo a un presupuesto que domina el campo literario salteño: quien gana un concurso es el mejor en su rubro. Creemos que esta forma de legitimar poéticas y poetas evidentemente no es la única ni la última. En muchos casos tengo la sensación de que han recibido un certificado oficial, estatal, de poeta que no dice demasiado acerca de su poesía, o para decirlo de una buena vez, que muchas veces su poesía no tiene absolutamente nada que decir salvo que el Estado ha invertido mucho dinero en la imprenta para editar esos famosos libros de depósito que nadie lee.

A tal punto nos resultan incómodas, y hasta podríamos decir indeseables, las prácticas literarias que tienen lugar en la Casa de la Cultura que un dato de lo más nimio nos dará la idea más cabal de lo que venimos diciendo: en nuestra ciudad las calles son angostas y el tráfico cotidiano es el delirio de un niño medio drogado jugando a los autitos chocadores; a esto súmese la importante estafa del transporte público llamado SAETA; ahora veamos un poco el paisaje y notaremos que el medio popular de las clases populares es la bicicleta; de ahí a los salones donde dice vivir la Cultura de Salta hay un largo trecho: ¿por qué el uso de la bicicleta no es una política ambiental, cultural y hasta turística del Estado?; más importante todavía es retomar la pregunta de Ramón Vera: ¿por qué la Casa de la Cultura no tiene un lugar donde poner bicicletas? Ya sé, la pregunta parece una pavada de un idiota que escribe cartas de lectores que el Tribuno jamás publica porque son muy indignadas, sin embargo también quiere poner el dedo en la siguiente llaga: ¿es la Casa de la Cultura el único lugar donde se pueden expresar los artistas o por el contrario es un cubil elitista desde donde sus funcionarios digitan y brindan su aval ideológico a las inclusiones, expulsiones y desigualdades sociales? ¿A qué tipo de público van dirigidos los eventos, las muestras, las presentaciones de libros? ¿Cuando comenzamos a reconocernos las caras en un lugar muy pequeño y apretado, no será hora de irse? No sé, a ver si por lo menos llueve en la esquina.

Si he sido muy duro sepan aturdirse, no se atraganten todavía, es que en estos momentos debemos marcar la diferencia, es un tiempo para elegir la vereda dónde caminar. No sé cuál será el derrame de estas palabras en el futuro, sé que ya no se puede seguir haciendo pasar la miopía por poesía. Así como el Nietzsche de Más allá del bien y del mal se jactaba de ser un plebeyo con gusto aristocrático, pues había leído a Homero, a Horacio, a Shakespeare, es decir lo mejor de cada época, de cada cultura, aquellos que por cierto escribían para aristócratas, la nuestra es una época perversa en la que el gusto plebeyo de “estas” escrituras tan nuestras invadirán la ciudad letrosa porque los aristos (los mejores) se han quedado con poco para decir. Pienso por ejemplo en la reciente publicación de Romance del bar, de Carlos Hugo Aparicio, escritura casi póstuma que no viene a añadir demasiado a su obra más importante, a saber Trenes del sur y Sombra del fondo. No debemos alarmarnos mucho, esto siempre sucede, un sistema literario ya consolidado no puede más que producir la confirmación de sus propias reglas. Una escritura en vías de realización busca su sitio a costa del espacio que ocupan otras.

Cuando uno escribe, ese gesto señala una actitud: yo no estoy diciendo lo que dice el otro, yo digo que mi palabra busca al otro. Precisamente en esta evidencia casi trivial ponemos el fundamento de nuestra acción: no escribimos en el aire, sabemos que hay lectores que nos quieren leer aun si desconocen nuestra existencia y que recluir la palabra en ámbitos solemnes los aleja de la materialidad viva de la palabra, la voz, los gestos, la presencia del poeta renovando un pacto intangible con su comunidad, con su tribu.

Así pues, YA ERA funciona como una manada de inadaptados que deambulan con los ojos errantes, parecemos perros callejeros en busca de la mejor ocasión para satisfacer nuestros deseos más sombríos, nuestro territorio natural es la noche, la perpetua noche, de lengua larga y sentido errático, suelen confundirnos con ladrones, prostitutas, drogadictos, borrachines, artesanos o hippies. Nada de esto nos ofende, si hasta salimos mencionados en el Tribuno de Jujuy, por primera vez no lo hacemos en la sección policiales, como “los chicos de Salta con sus libros de cajas de vino”. Recuerdo que, cuando ya todo había terminado, cuando apenas quedaba un hilo de voz para seguir cargando el viaje y los vasos, una vez más, habían sido secados, Lía Sosa leyó el poema 14 de Crack, de José González, que, yendo contra “la casta plegariedad de las palabras”, terminaba diciendo “y mi voz pija dura”. Esa pasión escatológica, antideclinatoria y orgásmica nos produce la poesía. Ahora sí, que se haga agua el picolé.

13.9.10

PRIMERA FERIA DE CACHIVACHES EN EL ARISTENE PAPI


El viernes 10 de setiembre de 2010 será recordado como el día en que la feria de cachivaches interrumpió la calma siesta de la ciudad. Todo comenzó por iniciativa de la productora de ideas y trabajo alternativo YA ERA, encabezada por Diego Chuky Ramos, cuyo principal móvil consistía en mostrar formas no canónicas de intervenciones artísticas, activar en los espectadores la reflexión acerca de los mecanismos que digitan las formulaciones de dicho canon, perturbar el orden estatuido en la ciudad por el poder policíaco, quien se adjudica el derecho de detener a los artesanos, malabaristas y vendedores callejeros por el solo hecho de deambular. De paso, aclaremos que esta gente era la protagonista de la feria, es decir, ellos eran los cachivaches.

La idea de acentuar una postura en contra de la policía no es para nada descabellada, el Mosca, presentador del show, fue llevado a la Alcaidía un par de horas antes de que largara la feria. Tan solo la pronta respuesta de los organizadores pudo resolver la situación. Las posturas policiales a este respecto recuerdan viejas ordenanzas municipales, desde luego derogadas hace años o caídas en desuso por su falta de sentido común, como la detención por vagabundeo. No debe llamarnos la atención que esto suceda, después de todo la provincia de Salta, sin importar si gobierna Romero o Urtubey, ocupa puestos de privilegio en el ranking de las más fascistas.

Ahora pasemos a lo más importante. En la feria hubo de todo, desde música hasta espectáculos de fuego, pasando por recitales de poesía y stencils en vivo. La idea que flotaba en el ambiente y permitía coagular una comunidad efímera de artistas y público era la de la participación: el arte es para todos, es de todos. Gente de todas las edades y sitios pudieron disfrutar del encuentro con formas de ver el mundo que no circulan en los medios y que no son valorados sino de manera negativa. La feria, entonces, puso en evidencia que este tipo de contactos resulta necesario para derribar muchos de los prejuicios que nos desvinculan de los otros y disgregan nuestra sociedad.

Un punto importante fue la presentación de siete títulos de poesía de autores salteños, todos imperdibles: Wanderfull life, de Carlos Varas Mora, que reúne los poemas ganadores del concurso de la UNSa de 2008 más otros de 2010; la re edición de Crack, de José González, libro mítico si los hay, de la ya desaparecida revista Kamikaze; la revista YA ERA, de mitos, leyendas, medicina alternativa, historias de gente de la calle y dibujos originales; los Poemas institucionales, de Alejandro Luna, editados por Equus pauper, que habla de la locura en la sociedad; Síntesis del laberinto, de Fernanda Salas, cuyo contenido se asemeja al sabor de ciertas pequeñas sustancias alucinógenas; Miniaturas de la oscuridad y Andariego, de Díaz Pas.

El stand de libros estaba repleto con lo mejor y lo más nuevo de la literatura de Salta, si bien había un par de ausencias que pronto serán subsanadas, como las de Jesús Ferreyra, Mariano Pereyra y Rodrigo España. Porque lo importante es que la palabra se disperse, busque a su público, de otra manera la poesía no cumplirá con su cometido: pasar la voz a quien pase por la calle. A diferencia de las prácticas oficiales, en donde muchos de los escritores además son funcionarios estatales, la feria proponía abrir el circuito de los libros a cualquiera, evitando así el fenómeno de ghetto literario que provocan lugares como la Casa de la Cultura o los salones de la Biblioteca provincial. No estará fuera de lugar concluir que algo de eso sucedió.

Acaso la sensibilidad ha sufrido una apertura a la que otras generaciones son miopes y la poesía, que nunca quiere ser la misma, le ha ganado a los discursos hegemónicos, a fuerza de feroces disputas, zonas del decir antes excluidas. Muchos poetas de Salta, estoy seguro, no se hubieran divertido al ver cómo unos muchachos vendían literatura envasada en origen, forrada en tapas de vino, cosidas con grosero hilo encerado, hecha a contrapelo del mercado editorial, del copyright y, en algunos casos, hasta de la noción de autoría. La poesía, al parecer, tiene en la anonimia el destino de su supervivencia: no importa quién dice las palabras, importa qué dicen las palabras, a quiénes buscan.

Además de toda la poesía, los malabaristas brindaron su espectáculo, cautivando a los niños y a los grandes, al ritmo del cajón peruano de Luigi. Los cachivaches le prendieron fuego a los contornos de la noche que nos reunía y, porque en los ojos todavía llevamos la memoria ancestral de la primera chispa que vio el hombre, nos resultaba imposible desprendernos de las formas que los devils dibujaban en el aire, de un lado al otro, de arriba abajo, entre las piernas y girando sobre su eje entre los dedos.

También hubo tiempo para la performance delirante de Lucía Chagaray, quien hizo un Espantapájaros de Girondo bastante dark, a camino entre un cuervo y un payaso iracundo. Además estuvieron los stencils del Cubano, personaje más que llamativo de las calles de Salta y, si no me equivoco, uno de los mejores y más críticos dibujantes que producen en el medio. Armado con sus aerosoles acribilló afiches, remeras, manos, espaldas y hasta piernas con diferentes motivos. La gente se amontonaba para escracharse y nadie se iba con las manos vacías, como en toda la noche.

No se puede pedir más. La primera Feria ambulante, rodante, voladora, cachiferia o como quieran llamarla fue un tremendo éxito que pronto estará recorriendo otros lugares de la ciudad, llevando el arte a la gente, algo que parece un lugar demasiado común, salvo que ¿quiénes de ustedes, poetas, artistas, músicos, salen a buscar al que los leyó, los vio o los escuchó?