28.11.10

NATACIÓN

Anoche tampoco llovió. Anduve en bicicleta. Llegué a casa. Llevé mi cuerpo a una de las posibilidades que tengo para llamar casa. Debo admitir de inmediato que miré si el cielo era el mismo: no iba a llover tampoco ahí. Pero entretuve mi piel con las luces de colores y una inmensa pileta donde me introduje a nadar. Desde luego no hay otra forma de dar vida al tiempo. Cuando salí supe que todo se pierde y se calla alguna vez. Nos vamos a ir diluyendo en esas mismas aguas donde supimos encontrar el estallido de lo azul, lo verde, lo naranja, lo rojo y lo negro con final blanco en grandes marejadas, lo blanco a chorros espumosos y espesos como la miel. No sé si estoy siendo claro, a veces llego tarde a mis propias conclusiones, cuando ya no las necesito: sobrevendrá la lluvia, lo veo en el aire bajo de los pájaros, en las voces pasajeras de los amigos, en los árboles genuflexos de la tarde, en las marañas del amanecer, en la ventana abierta en enorme boca, en las piernas que tuercen las esquinas, en la velocidad de los autos apresurados por llegar a casa, en los escondites llamadores. Espero que no haya cambiado su sabor, que todavía siga a tu lado.

24.11.10

MARGINALIDAD / MARGINALIZACIÓN


Hablar de marginalidad significa establecer una relación: con respecto a qué centro un sujeto, un texto o una forma de producción es marginal. Existen condiciones de marginalidad social, literaria, del mercado editorial, económica. Luego habría que ver si quien habla en el discurso es un sujeto marginal, si el tema aborda el margen, si el discurso en sí mismo resulta marginal con respecto al sistema literario en donde se produce, al sistema crítico que lo legitima, al circuito editorial que lo distribuye, en relación al público que lo consume. Pero también podemos pensarla como un ardid publicitario: un sector del público a quien se le aprovisiona de literatura marginal para saciar sus ansias de autorrealización, su necesidad masturbatoria de estar al tanto de “la última novedad”, con lo cual se ha sustituido la palabra vanguardia (que ya resultaba anticuada y muy sospechosa de cierta complacencia burguesa pseudoprovocativa e inconducente) en vistas de un proceso creciente de marginalización. Marginalización muchas veces enunciada como principio rector de la labor de los mismos artistas, si se quiere podemos llamarlo proceso de automarginalización, pienso en la revista Intravenosa como un ejemplo claro de esto. Por otro lado, no resulta descabellado reconocer en cierta crítica el afán por encontrar (en el sentido de descubrir, develar, revelar, ¿inventar?) autores marginales, demasiado al margen de todo sin conseguir dar cuenta de sus valores estéticos y si ellos confluyen en una posibilidad política de emancipación. Cosa curiosa, más aun, paradójica, que lo rechazado sea abrazado de tal manera por quienes se encargan de legitimar discursos. Cuando menos, levanta suspicacias. ¿Qué se pretende decir al retomar la marginalidad para elaborar discursos críticos que, en la mayoría de los casos, no tienen ni la menor apetencia de ser ellos mismos marginales dentro de los circuitos universitarios? Produce efectos de insalvable distancia: acentuar o si se quiere reafirmar la utilidad avasalladora de las instituciones encargadas de disponer políticamente de los sentidos en detrimento de los discursos que no hacen más que impugnar sus mecanismos. Uno se pregunta si está bien que una crítica de corte universitario, con estructuras re-citativas (al estilo “ejemplo”: cita textual del objeto de análisis; “paráfrasis”: pequeña explicación intrascendente del ejemplo anotado; “concepto operativo”: cita de autoridad explicando porqué uno debe analizar de determinada manera y no de otra, o sea recurso a la voz del padre para que resuene en la propia voz – ¿cuán propia es una voz así? – la forma legítima de interpretar un sentido – ¿qué sentido tendrá sentir un texto de esta manera?) predique de un texto una marginalidad tan solo para acentuar su autoconciencia descubridora, como si de ese modo rindiera cuenta de sus preocupaciones por todo aquello que acontece en la literatura viva pero sin involucrarse demasiado en las consecuencias a que conducen esos discursos. Curioso, paradójico y peligroso ardid: tomar la literatura, objetualizarla, realizar rituales de canonización o excomulgación (o sea la asignación de un lugar y de su relación con los demás objetos), administrarle una buena dosis de prácticas discursivas mediadoras (conceptos operativos, fines pedagógicos, subordinaciones a retóricas teóricas altamente estandarizadas), con el propósito, expreso o inexpreso, de neutralizar sus efectos sobre los lectores. Al parecer ya no tenemos, por fin, después de tantos años, tantas páginas, no tenemos, digo, nada que decir de Borges, de Arlt, de Lugones y de Sarmiento. Debemos comenzar de nuevo, pero ¿dónde? Supongamos que buscamos en los textos que, solo de manera lateral permiten leer la obra de estos santos autores de nuestra literatura, luego, ya en tren de seguir suponiendo y además satisfechos con haber agregado páginas y años a lo ya dicho, buscaríamos aquéllos nombres que no figuran en los manuales, que no fueron considerados por la crítica universitaria, que no parecen tener demasiado que ver con ninguno de nuestros amigos escritores, que no conocen ni los lectores más avezados con los que podemos toparnos. Pero ahí están, secretamente, circulan en pequeñas comunidades que atesoran sus libros como ídolos de una fe en la que ya no es posible creer, libros como mapas hacia tierras todavía por descubrir. Ahora, romper el secreto ¿no será romper con la comunidad que ese libro engendró? Es decir, ¿qué habremos de hacer los lectores?, ¿hablar por ella, en su misma lengua, o hablar en otras palabras, esparciendo el malentendido como un virus? Ya no es posible disertar.

18.11.10

ESTOY AQUÍ

¿Qué tengo para decirte que no sea que no te puedo decir nada sólido, que no sea mi larga pregunta que me conduce a señalar mi presencia aquí pero sin exigir reconocimiento, qué de cuanto digo dice lo único que acaso necesito, es decir: existo para ser respondido?

Me encuentro solo: dos posibilidades: he perdido el habla; no tengo interlocutores. Mi cuerpo anida en espacios donde la indigencia de sentidos me resulta alarmante. Esto supone que algo de cuanto he sido, incluso de cuanto he sido en lo dicho por mí no permanece. Algunas lecturas, música, el cine sustituyen e incluso logran superar la carencia y la exigencia de infinito: ¿dónde estás?

La búsqueda, presentida como una promesa de fracaso, alienta sin embargo los deseos de partir más que nunca. En realidad busco decir la incertidumbre que habita mi respiración, entrecortada respiración que no sabe decidir el punto hacia donde tendremos que llevar la casa esta vez, respiración que no debe ni puede realizar tal gesto más que como ensoñación: escritura y no otra cosa, allí donde sucede lo imposible, donde uno de pronto resulta exonerado de la vida como de un crimen que los demás creen que no cometió. Y sin embargo yo, el grande y pequeño yo, sabe que no solo ha cometido el crimen, además sabe que de todas formas habrá de pagarlo.

¿En qué estamos? En pleno proceso de confiscar la razón, entregársela a los martilleros públicos, quienes la rematarán a un precio vil. No quiero nada más que ser respondido a pesar de que en esencia no diga nada, nada esencial para nadie, nadie en particular, particularmente digo nada más que la espera de respuesta. Como cuando uno agarra en dirección contraria al resto y no espera que los demás lo sigan, es más, supone lo opuesto, y se asombra cuando de improviso una voz conocida o no pero infinita voz de otro, lo acompaña aunque más no sea para invitarlo a caminar en silencio pero casi como si dijésemos a deslizar los espíritus sobre la cinta del silencio. Igual que la oscuridad es una distancia que al mismo tiempo une y separa, descompone las formas y las vuelve un magma indiferenciado, el silencio consiste en un encuentro auténtico al que se añade una primera infidelidad al compañero: no compartimos nada esencial, apenas vamos haciendo del paseo el trazo de una fuga, vamos unidos por el compartir mismo.

Versión alternativa y corolario de lo antedicho: cada uno llegará de todas formas a donde quepa su casa. Amistad, amor y muerte: experiencias del límite, debe haber un abismo donde tu mano sea la mía.

12.11.10

SIEMPRE LEO EN PRIMERA PERSONA

Siempre leo en primera persona. Cada vez que acontece la literatura en mí, la lectura tiene todas las señales y percances de una experiencia personal e íntima. Ejercicio de intimidad que me obliga a encontrarme en eso leído. Soy yo y nadie más quien está allí enfrentado al libro, esa otredad que asume la forma de una voz que me dice algo que ya sabía y sin embargo no sabía cómo decir, algo que, por otra parte, no alcanzaré a decir en el tiempo posterior a la lectura, voz otra y extraña que dice lo que no se puede decir sino como repetición, que no se puede respirar más que como ritmo sincopado. Soy yo y al mismo tiempo dejo de ser yo, mi respiración se entrega a las fricciones, los balbuceos, los aciertos, la prosodia de lo ajeno en mí anidado. Me doy cuenta de que no soy más que un objeto parlante: diría palabra por palabra aquello que leí, dicho de un modo poco tierno, sería un loro textual. ¿Cómo, pues, realizar una experiencia que genere una voz nueva? Sí, yo leo, en primerísima persona, nadie, nada hay para dar que no esté ya dado por mi presencia: yo y el libro, en el medio la extrañeza de una voz desconocida haciéndose a medida que me deshago en ella. Leer es pues el resultado de una crisis: yo dejo mi lugar para ser habitado por la propuesta de una voz siempre diferida en el tiempo, diferente en su disipación espacial: esa voz no dice de mí nada y sin embargo soy yo quien la va diciendo, leo como si yo mismo pronunciara esas palabras, las hago mías pero en realidad yo soy de ellas.

8.11.10

PENSAMIENTOS Y MORADAS

“Cualquier cosa que yo haga, me decía Daniel, no creas que lo hago contra ti. Yo ya tengo fijado un rumbo, un itinerario: vos sos una estación, un sitio a donde es necesario llegar porque es necesario continuar. ¿Me entendés? Si algo de lo que yo haga te duele no, no te digo que me perdonés, no, sino que tratés de entender, que de vez en cuando pueden estar actuando sobre uno fuerzas, destinos superiores”.

Andrés Caicedo, Noche sin fortuna, páginas 80-81, editorial verticales de bolsillo, baires, 2009.

La ciudad se está apagando desde muy adentro, una oscuridad y una frialdad nacidas de sus entrañas nos envuelve también a nosotros, los que hemos quedado atrapados entre el amanecer y la noche. ¿Qué hora es esta? ¿Cuándo ha comenzado? ¿Tendrá final? ¿Nos dará una tregua, una ventaja a fin de permitirnos ir a casa? No podemos detenernos mucho tiempo, cada paso adelante puede significar una despedida. Vamos viéndonos de reojo, queremos seguir compartiendo la compañía de los otros pero sabemos que cada uno desea llegar a su casa.

El agotamiento no tiene prisa, de a poco ha copado mis vísceras y a estas alturas responde por mi nombre, sonríe por mi cara, transpira por mis poros, habla como si fuera el dueño de mi aliento. Mientras creo moverme, huyendo de la hora más indecisa de la jornada, voy descubriendo que existe un despertar ajeno a cualquier otro: rodeados de incertidumbre marchamos los que hemos quedado a pie. Sin embargo ese no saber es un nuevo saber.

No pienso detenerme, en efecto quiero estar en mi casa, pero en el camino existen estaciones y moradas. Algunas distraerán y otras harán del lugar una posibilidad de encuentro e incluso habrá otras que dejarán de hacer. No es difícil comprender cuál es cuál: aquellas estaciones que exigen como condición para compartir la quietud del pensamiento, la aceptación y la cristalización de los sentidos de la vida, ya no hacen.

Vamos acompañados hasta que uno de los que han quedado a pie detiene su marcha o toma otros rumbos. Así es y es bueno que suceda. He demorado mi cuerpo en lugares que fueron como mi casa pero que no eran mi casa. Incluso el pensamiento tiene sus reglas de hospitalidad y he pensado con los demás, al mismo tiempo, pero no he pensado lo mismo, porque en lo mismo hay repetición, hay coacción, hay convencimiento, hay homogeneidad. Comprendo que la historia de cada uno es irrepetible pero no es la única que existe, más aún, cada cual debe contarla por su boca pues a nadie le está negada la palabra propia.

Uno de los peores modos de combatir los mecanismos de dominación consiste en reproducir a escalas menores, en la vida cotidiana, en las pequeñas charlas con amigos, en el interior de la clase de literatura, en los paseos por el campo, en el partido, la tendencia a imponer el sentido de lo que es válido vivir, por lo general mediante el uso de enunciados impugnatorios del estilo vos no sabés lo que es la vida. Cuando uno de entre todos los que nos hacíamos compañía asegura que lo sabe y pretende obligar al resto a seguir ese único camino, entonces dejamos de andar, detenemos la marcha de la conversación, hemos dejado de compartir para entrar en el territorio de la distribución de cuerpos: el que domina el saber quiere dominar a los que no saben, señala los lugares de inclusión (adentro) y de exclusión (afuera). Por lo general, el que dice lo que significa la vida cree tener el poder de expulsar a quienes no están de acuerdo o a quienes saben que no es tan así o que puede significar algo más.

Yo no lo sé, desde luego, pero ese no saber me mueve, lleva mi cuerpo atravesado de una infinita curiosidad. No soy anarquista ni soy burgués ni soy de izquierda o derecha, esas clasificaciones me molestan porque provienen de los demás, son imposiciones. Soy el juan, andariego, escribo y ando en bicicleta por donde me place, me hago lugar en los intersticios, en el qué de la pregunta ¿qué soy? habito, en tránsito, hice compañía, me demoré, pero ahora debo seguir, sin mirar atrás. Siempre amanece y todavía no he llegado a casa.

4.11.10

INFAMES PATRAÑAS

INFAMES PATRAÑAS[1]


Sé que se urden a costa de mí infames patrañas dales crédito
algunas de ellas son exactas
Néstor Perlongher, Rivera

La palabra proceso tiene en este caso su acepción judicial. No escondo ningún propósito de participar en la elaboración de la historia de la literatura peruana. Me propongo, sólo, aportar mi testimonio a un juicio que considero abierto. Me parece que en este proceso se ha oído hasta ahora, casi exclusivamente, testimonios de defensa, y que es tiempo de que se oiga también testimonios de acusación. Mi testimonio es convicta y confesamente un testimonio de parte. Todo crítico, todo testigo, cumple consciente o inconscientemente, una misión. Contra lo que baratamente pueda sospecharse, mi voluntad es afirmativa, mi temperamento es de constructor, y nada me es más antitético que el bohemio puramente iconoclasta y disolvente; pero mi misión ante el pasado, parece ser la de votar en contra. No me eximo de cumplirla, ni me excuso por su parcialidad.

JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI, "EL PROCESO DE LA LITERATURA" EN 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (1928)


1.
Hablar de YA ERA, Productora de ideas alternativas y de trabajo no formal, supone considerar el relato de las diversas experiencias editoriales y emprendimientos independientes de poetas menores de 35 años en Salta en los últimos ocho años. Recuerdo que allá por 2002 conocí a Alejandro Luna, José González y Diego Ramos en los inicios de la carrera de Letras. Ellos pertenecían a una cofradía más o menos secreta que se hacía llamar La sociedad de los poetas ebrios. En ese entonces sacaron el único número que vio la luz con sus textos y de otra gente que se ha perdido en el camino, con ilustraciones del Cubano, seudónimo o alias (según la autoridad que lo requiera) de Diego Germán Arroyo, uno de los dibujantes más lúcidos a la hora de la crítica y sensibles a los conflictos sociales. La mayoría de los textos llevaban seudónimos por firma y daban cuenta de ciertas inseguridades de principiante. Ese mismo año tuvo lugar el primer concurso de poesía universitaria, en el cual Luna y yo obtuvimos menciones. Desde entonces trabamos una amistad que dura hasta el día de hoy.

Disuelta la Sociedad de los poetas ebrios, comenzamos a participar en eventos públicos de lectura. Acarreábamos nuestras plaquetas fotocopiadas y las repartíamos a quienes pasaran. Pero no fue sino hasta la aparición de la revista Kamikaze, un proyecto que contaba entre sus principales fundamentos la edición autogestionada de los libros de cada uno de los integrantes: Carlos Varas Mora, Mariano Pereyra, José González, Rodrigo España, Diego Ramos, Alejandro Luna, Fernanda Salas y quien les habla. La revista comenzó a salir en 2005 y no tuvo una tirada muy grande ni regularidad, carecía de editorial y tampoco contaba entre sus páginas con publicidad, de hecho estaban concebidas para regalar.

Los dos primeros números llevaban por título Todo por salvarla y Contra los culos apretados, en cierta manera hablaban por sí solos desde la tapa. La primera tenía un dibujo de Luna, firmado con el seudónimo equus pauper (caballo pobre), que luego daría nombre a su proyecto editorial, en donde una especie de hombre aniñado estaba tumbado en el piso con una flor a punto de romperse en la mano. La segunda era uno de los poetas metiendo el puño en el culo a la estatua de Dávalos, algo así como un fist fucking a los primeros atisbos fascistoides del gobierno de Romero que luego vendrían para todos los salteños.

La estética de Kamikaze, si acaso puede hablarse en esos términos de algo tan grotesco, remitía de manera continua a experiencias cuasi lúmpenes, vivencias de orilla suburbana, pobreza y drogadicción. Es decir, la poesía planeaba sobre percepciones alteradas de la realidad y también observaba con atención y demora aquéllos límites donde el gusto deja de ser bueno y la cultura deja de ser alta. Desde luego existía una intención explícita de identificar la práctica poética con el lugar social del cual proveníamos todos nosotros. Sin embargo no es mi deseo postular que somos la voz del pueblo salteño, la voz de los oprimidos y que vamos a hacer la revolución, nos conformamos con sugerir que la catástrofe ya ha sucedido y esto es lo que queda para decir.

Nietszche sostenía que una ventaja de su tiempo era que cualquier plebeyo podía acceder a lo mejor, es decir lo más aristocrático de cada época, como por ejemplo a Homero, la cúspide de la cultura helénica. Pues bien, nosotros creíamos en la reversibilidad de tal enunciado: nuestra literatura plebeya pretendía irrumpir en los salones aristocráticos de Salta. La finalidad en ambos casos es semejante: modificar el gusto. Comprendemos que el gusto resulta de una ardua labor no exenta de transacciones de orden estético, ético, ideológico, político, sociológico, psicológico. Y en tanto compete a ciertos sentidos acerca de la realidad, supone una disputa por aquellas zonas en donde los seres humanos nos jugamos por el sentido de la vida.

En este caso, la disputa giraba en torno a decir qué era y qué no era poesía en Salta y quiénes podían proferir tamaños juicios de valor. Por ese motivo decidimos sacar a la calle, y salir nosotros con el libro en la mano, un pequeño volumen titulado Crack, de José González. El mito dice que la primera tirada fue de 13 ejemplares encuadernados en cartón corrugado que habíamos recolectado en las calles, cosidos a mano e impresos en una tinta verde algo extravagante. El libro salió en simultáneo con el que sería el último número de Kamikaze, E’ guanaco, expresión pintoresca de las villas para decir de alguien que es muy vivo.

Presentamos estos textos en un encuentro de GRADA en Ledesma. Nos fuimos medio peleados con los escritores porque a ellos no les parecía lindo eso de andar a las puteadas cada dos renglones. Un escritor jujeño, cuyo nombre no recuerdo, ofició como defensor circunstancial. Luego intercambiamos algunos textos. Nos volvimos con los bolsos llenos de nuestra poesía y, por cuestiones de trabajo y estudio dejamos de publicar.

En 2008 Alejandro Luna empezó a asistir a los talleres de poesía dictados por Cristián Adet, hijo del gran poeta Walter Adet, para internos del hospital neuropsiquiátrico de Salta. A partir de esa experiencia edita a dos asistentes del taller Rubén Darío Perea y de Leonel Zapatero bajo el título Circus. Este título marcará el punto de arranque de equus pauper, editorial artesanal que ha publicado, en un formato intemerdio entre el libro y la revista, a Fernanda Salas, Diego Ramos y Rolando Vargas, además de Poemas institucionales y Sublevación de los objetos del propio Luna, uno de mi autoría, Miniaturas de la oscuridad, y la re edición de El pan del consuelo, de Jesús Ferreyra.

Para quienes no lo tienen presente, Ferreyra es el de mayor edad de todos los mencionados hasta ahora y, si nos dejáramos guiar por análisis generacionales, él pertenecería a la de Carlos Aldazábal, Eduardo Robino y Atilio Romano, información que no agrega conocimiento a sus apuestas poéticas. Sin embargo consideramos que su filiación con nuestra escritura y nuestra práctica editorial sobrelleva el sentido de una toma de postura con respecto al campo literario salteño ya consolidado: marca el punto en el que nosotros nos diferenciamos de ellos. A su especial manera, Jesús es una bisagra que, junto a la poesía de José González, permitió la apertura a una sensibilidad en clara disidencia con el discurso poético oficial.

Así pues, llegamos a YA ERA que, como se habrá visto, no es una improvisación de última hora. El proyecto nació como un fanzine y contaba en sus primeras horas con el esfuerzo de un par de artesanos. Luego ganó envergadura gracias al contagio de boca en boca y al sentido de intervención social que sostienen muchas de sus prácticas y postulados. Estos diseñan sus estrategias de intervención de manera tal de acercar la poesía a la gente común (salvo que ¿quién no es común?), formar grupos de socialización a través de actividades comunitarias como ferias de libros, talleres de artesanías, de reciclado y de malabares, espectáculos de títeres y publicación de poesía de los autores ya mencionados. Lo notable es que no existe un centro de operaciones sino que cada actividad se sitúa en algún barrio de la periferia salteña, con lo cual la audiencia gana en diversidad y número.

En la actualidad YA ERA, más allá de la repetición de ciertos lugares comunes por parte de algunos críticos que ven en esto una copia de Eloísa cartonera, ha movilizado sus esfuerzos para conseguir abolir ciertas contravenciones municipales que afectan el pleno ejercicio de derechos de artesanos, malabaristas y trabajadores callejeros, quienes son diariamente sometidos por la policía de la provincia de Salta y encerrados en la Alcaidía de la Ciudad Judicial. Sin ánimos redentoristas de ninguna especie, creemos que no está de más actuar e intervenir en los conflictos sociales, militancia que no se escuda bajo el ala de ningún partido, pues descreemos del poder de estos para cambiar el mundo, sino que asienta su pie en la idea de que la voz es de todos y funciona por donación: el hecho de que sea yo quien habla no es más que una circunstancia, un evento en el devenir del discurso, apenas mi voz señala una estación y el germen de otras voces, las que me contradirán y las que hablarán conmigo.

Por otra parte nuestra práctica no invalida la de los demás, tampoco pretende anular o ningunear esfuerzos genuinos por cambiar el estado del campo literario, por el contrario, sostenemos nuestra fe transformadora en un malentendido primordial: no queremos que todos digamos lo mismo, queremos decirlo al mismo tiempo.

Un libro que nadie lee no existe. Un libro que recurre de manera sistemática al discurso de los poderosos es un loro parlante, una marioneta de los que aplastan cabezas. Es por ello que resulta en extremo saludable discutir las funciones sociales que desempeñan el poeta, el editor que decide publicar esto y no lo otro, el lector que elige (¿?) leer determinada literatura, el crítico que selecciona, jerarquiza, desestima, rechaza, ordena, ignora y legisla sobre el gusto, el docente que enseña y recorta los textos según necesidades ajenas a la formación de espíritus libres.

YA ERA, ahora me refiero a la revista colectiva ilustrada por el Cubano, es una recopilación de mitos, leyendas, medicina alternativa, gualichos, poesía, historia de gente de la calle, drogadictos, cirujas, marginales, pobres en general. Sin embargo no está cerrada a un solo público pues pudo haber sido escrita por cualquiera, no lleva firmas y tampoco interesa demasiado esa función autorial como el reconocimiento del valor performativo del lenguaje. Existimos en la creencia de que la literatura es un medio de transporte complejo: genera y distribuye sentidos en una sociedad; aproxima sujetos que se reconocen en la respiración, en el ritmo de una voz; hace posible el encuentro con el otro, encuentro que sucede cuando uno da aquello que no le pertenece, la palabra, a aquel que no se lo esperaba.

Resulta en extremo saludable que exista equus pauper, YA ERA, Víctor Hanne, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia, porque así la diversidad de estéticas, de modos de producción, de formas de poner los textos en circulación y el público que esas prácticas editoriales generan se enriquece, permiten discutir los vínculos con los poderes, producir las tensiones necesarias para romper y renovar el pacto con ciertos discursos y sobre todo genera una competitividad que afecta a eso que llamé el sentido de la vida. No todo cuanto se dice está en los libros, YA ERA encuentra en las paredes, en papeles rotos esparcidos al azar, en la oralidad del callejeo, en la feria y el desorden ambulante los espacios vinculares de su comunidad y los sentidos de sus prácticas.

2.

Al parecer nuestra curiosa época perdió la fe. Como muchos de los aquí presentes, provengo de una provincia mediterránea situada en una de las regiones más pobres del planeta[2]. No creo, sin embargo, que haya una relación directa entre la aridez del paisaje y las producciones intelectuales de sus habitantes. Pero sí creo que ese argumento resulta funcional a la hora de alistarse en las filas regresivas de los críticos y literatos del Estado, quienes ven con ojos irritados nuestro desempeño artístico. Por ejemplo, en Salta no se discute el canon, se lo da por sentado: Dávalos, de prosa insuperable, y Castilla, el de “ojo decididamente virgen”[3].

De muchas maneras sostener que Dávalos y Castilla son insuperables, desconociendo a la poesía de Jacobo Regen y a la prosa de Juan Ahuerma, supone la sumisión a los rigores de los estudios de linaje. Una de las funciones de este tipo de estudios consiste en ejercer un control sobre las sucesiones legítimas de escritores. Generalmente un notable realiza esa labor[4]. Santiago Sylvester, por caso, ha asumido esa tarea teniendo como horizonte epistemológico el análisis generacional: elabora un listado de nombres, realiza generalizaciones sobre sus textos y en su papel de notable extiende carta de ciudadanía a escritores hasta entonces iletrados. La dispersión de la palabra poética, en muchas ocasiones, se ve coartada por la difusión y mención de nombres. Un mencionado, en boca de un notable, se convierte en poeta, título que ni Jesucristo se dio para sí. De esta manera el ejercicio crítico se convierte en una función pública y el poeta entra a conformar una casta aparte dentro de la sociedad, la de los iluminados, personajes flotantes que recorren las callecitas del centrito observando cómo el mundo se mueve debajo, muy por debajo de sus pies.

Ahora bien, ¿dónde quedan y qué lugar ocupan los ciudadanos iletrados en la ciudad lustrada?, ¿tienen voz?, y si la tienen, ¿qué dicen? Siempre resultará curioso el hecho de que en Salta, cuando alguien tiene la palabra, no la quiera soltar. Por el contrario, un acto fundamental de la literatura consiste en impactar en el corazón de su tiempo.

Puestos a caminar por las calles, existen horas en que uno se ha convertido en oído y entonces advierte que una solidaridad básica de la poesía sucede en el acto de compartirla. Entonces, ¿por qué esperar un año para ganar un concurso de la provincia si podíamos publicar cinco títulos en una semana? Los tiempos han cambiado, ¿es necesario decirlo?

Un libro que señala un punto de partida a YA ERA es Crack, escrito en 2008 y publicado por Kamikaze ese mismo año. En él, el lenguaje padece la torsión suficiente para dar cuenta de cuerpos sometidos a la catástrofe. El poema 13[5], por ejemplo, ejecuta en su vaivén el sentido posible de la carne flagelada por el paco en las villas salteñas bajo las botas policiales de fines del romerismo. El poema 22[6], por su parte, escenifica el deambuleo urbano, la paranoia de los narcotizados y los estados alterados de los sentidos. La alteración del sentido construye la respuesta violenta sobre el lenguaje a la violencia de los poderosos sobre los cuerpos de los jóvenes[7].

Eran tiempos de miseria material e intelectual en la casa donde vive la cultura, Caseros 460, por si no lo encuentran en el Google map. ¿De qué manera los poetas y funcionarios de la poesía, encantados en digitar el sistema de sucesión literaria, “objetivaban la realidad de su tierra”? Si leemos el poema 27 de Crack vemos que la voz generada desde ese lugar extraño a la percepción oficial impugna la validez del discurso hegemónico:

“¿ qué poesía ? que el choto me chupe la poesía
he leído y escrito palabras sin carne ni lengua

ahora ya fue o va a ser

y la poesía: antiguo espiral de muertos en la boca”


Morandini nos informa que Dávalos fue el mejor en cuestiones de objetivar un habla regional, claro que olvidó decir que lo hacía como ninguno. Es posible decir que el valor de esa literatura de autor notable, realista, conservadora, que reproducía de manera tardía una tradición a destiempo, vale por haber sido la primera de su tipo en esta pobre región.

La sensibilidad, el gusto, los sentidos de la vida cotidiana, todos son objetos de disputas. Algunos poemas cuestionan y ponen en crisis la escritura misma del valle. Por todas partes, estos discursos buscan sus modos de circular y alcanzar aquellos lugares adonde únicamente llegan unos colectivos repletos de polvo y gente. Nunca está demás preguntarse si quienes viven en las orillas de la ciudad lustrada también son ciudadanos. Veamos por ejemplo este fragmento que diseña un escenario hostil, donde la circulación de los ciudadanos está marcada por fuerzas centrífugas:

“Todos complotan en el país de los pelotudos, tantos celulares para no comunicarnos con nadie en el microcentro policial, casco histórico, policías, tiendas, más policías, tiendas para policías, tiendas para policías de barrio, sillas en la mesa, las mesas en las calles y sus plazas adoquinadas, los hippies, las cámaras por seguridad, la ley seca, los niños abusados, las botellitas de plástico, los faroles, los farolitos, los arbolitos de la recova, el alambre de púas, la caja idiota en la cabeza de las escuelas, más celulares, la policía con sus celulares y sus malditas fotos de la culpa y cargo de todo lo creado.
Aquí en Salta se postra el paraíso de todos los estafadores.” (de YA ERA, revisteril contemporáneo).

En pocas palabras, YA ERA es una productora de ideas alternativas y trabajo no formal, dedicada al reciclaje y producción de libros, donde participa gente de la que hay que desconfiar porque tienen los siguientes rasgos: rostros asimétricos, tatuajes, cicatrices, ropa sucia y hablan como delincuentes. Somos cualquiera escribiendo y no vamos a detenernos ahora, marchamos sencillamente[8].

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[1] Texto leído en el I Simposio del Sub-proyecto interinstitucional sobre la literatura del NOA, San Salvador de Jujuy, 19 de octubre de 2010.
[2] Cito un fragmento de la crítica realizada por el reconocido crítico cordobés Alejandro Morandini a un texto acerca de nuestras andanzas en Jujuy: “Y luego: el canon: men, vivimos en una provincia mediterránea en la zona más pobre del planeta, ¿de qué canon me hablan? Hay una pobreza material e intelectual que espanta: ahora si canon es repetir a Dávalos: bienvenido, todavía no leí ni una línea en prosa mejor escrita que la de Dávalos y no porque estuviera "bien" escrita, sino que la supere en tanto visión de la sociedad que describe y el uso del lenguaje local y acierte en lo que objetiva, lo mismo con los versos de Castilla”. El texto completo puede consultarse en el blog opadromo (http://opadromo.blogspot.com/2010/10/respuesta-iracunda-las-andanzas-de-juan.html) en donde además han sido publicados textos de Alejandro Luna y de quien les habla acerca de cuestiones referidas a los sistemas de legitimación de discursos en la Provincia de Salta.
[3] He recuperado ese verso de un libro de poesía del reconocido crítico cordobés, Bestias domésticas, que ganó el concurso de poesía para autores inéditos del año 2005 de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta. No debemos olvidar que esta última es la principal institución legitimadora en Salta, sus dictámenes otorgan, de manera automática, las llaves de la ciudad letrada.
[4] En una monografía sobre el anarquismo en Argentina, Luz Heredia sostiene que es posible advertir prácticas cristalizadas en las sociedades de las provincias que denomina nepotismos provinciales. Dichas prácticas generan representaciones sociales que desactivan la movilidad social de los actores, puesto que tienden a perpetuar en lugares estratégicos de poder a las élites dominantes: “estos grupos no son ni se imaginan iguales. La desigualdad y la jerarquía son públicamente reconocidas, son consideradas como naturales. Estas categorías nativas de superioridad “naturales” son encarnadas en un actor especifico, el notable, quien es la única voz legítima de enunciación […] Los notables eran personas con educación y erudición, en su mayoría pertenecientes a familias de renombre de la clase aristocrática, los depositarios no solo de la tradición sino también del poder político y económico”.
[5] cuerpos cuerpos cuerpos /sombra// repetición del mismo cuerpo/ en la esquina/ en el cordón de la vereda// todos los días el mismo día en la cuadra/ mudanza inmóvil de los cuerpos/ que son ninguno/
la eternidad instantánea/ de una esquina a otra// mudanza inmóvil de ruinas// chispazos de encendedores que ponen/ a funcionar los relojes/ durante el único segundo antes de ser/ fantasma al final de una pipa
[6] dibujito del odio escrache en los ojos/ no mirés/ no mirés// se ha aplicado la tumba/ y todo el mundo policía/ vigila los rostros rotos// alambra el mundo con borde atravesado// sólo el llantazo quiebra límites en las caras// escritura sin palabras
[7] El cuento “Valentín, historia de un pipero”, publicado en YA ERA, tiene la siguiente dedicatoria: “a todos aquellos que habitan en los sótanos del infierno y mantienen viva la fe de las calles, sus códigos vivos y su lacerada juventud, porque son ejemplos tristes del dolor y la pasión por un inexplicable viaje al fondo del horno”.
[8] "vacilamos, pero es necesario que no nos asustemos ni soltemos, por así decir, el nuevo saber. además, no podemos ya volver a lo antiguo; hemos quemado las naves y no nos queda más remedio que hacer de tripas corazón, suceda lo que suceda. marchamos sencillamente, cambiamos de sitio". (fragmento 248 de humano demasiado humano).