31.3.11

MOROCHA LUZ


No todo lo que viene acaba por llegar. No todo lo que viene a nosotros es para nosotros. No toda llegada significa la clausura de una espera. Ha pasado de largo, ha pasado y se ha ido, me ha visitado, tan solo un momento, luego se ha perdido el instante en que debíamos encontrarnos y ya no es posible volver a provocarlo. Así viajamos llenos por dentro de preguntas y sin saber si esta noche dormiremos, si dormiremos alguna noche, podríamos dormir esta noche, vos y yo, los dos, en la misma cama, debajo de las mismas sábanas, encarnizarnos en soñar lo mismo, oírnos respirar, mirarnos abrir los ojos al amanecer, abrir la ventana, dejar pasar un rato más, devolver las llaves, continuar en dirección a las preguntas de cada uno, seguirnos mirando, cruzarnos por las calles, te miro desde aquí, es muy tarde, nos acaban de sacar del boliche, pronto la cana echará a los pocos que vamos quedando, ¿haciendo qué?, sentados, tirados, tomando las últimas gotas antes de palmar, sacando la lengua para sentir el aire frío de la madrugada, para saber cuál es la dirección del viento que más nos conviene, la manada sin embargo se dispersará, iremos perdiendo miembros, ganando otros, muriendo en las esquinas, convencidos de que seguimos siendo los mismos en número e identidad, y yo te miro desde aquí, a tu lado, te miro rodeada de cuerpos sudorosos, recién sacados, como yo, carne de pared, te miro yéndote por ahí, no sé bien dónde es ahí, te miro y solo pienso que podríamos dormir juntos esta noche.
enero – tilcara – 2011

28.3.11

LOS INSECTOS

Desperté. No había mensajes nuevos en el teléfono. Calculé que no había pasado gran cosa. La noche previa había ido a ver unas bandas tocar. Se trataba de un recital gratuito al aire libre. La municipalidad había cortado una calle y en las inmediaciones podían verse hileras de policías atentos a cualquier movimiento anómalo. No me divertí mucho. Una mujer gorda me empujaba todo el tiempo desde atrás. Su novio, un tipo alto y de brazos largos, la rodeaba a la altura del busto. Intentaban bailar pero la muchedumbre estaba muy apretada. Sus pezones no dejaban de apoyarse en mi espalda. A cada rato gritaba que la gente debería moverse más adelante. Me di vuelta a mirarla, tomé un trago profundo de whisky y le sonreí con la cara desaforada. Fingí que no la escuchaba. Entonces dijo que le metería un dedo en el culo a la gente para que se moviera. Me irritó la idiotez de una persona que va a un evento multitudinario y en vez de quejarse del sonido o de lo mal que tocan algunas bandas hace aspamento sobre el espacio que cada cuerpo ocupa. La imaginé en medio de un pogo, orteada, sobada hasta el fondo de sus tetas enormes, escupida en el ojo, empujada, rebotando en el suelo, pisoteada por todos los rolingas que, en el delirio de la marihuana, la birra y el aleteo de pollo, verían en ella un gran colchón de grasa donde zambullirse. Quizá alguno imaginaría estar sumergido en la espuma del video It´s only rock and roll y se arrojaría de cabeza. Por suerte nadie era lo suficientemente Jagger, más bien eran cientos de charlies watts en pleno éxtasis de pollo. Armé un porro y le di un par de tragos más al whisky. Caminé un poco en dirección contraria a la gorda y me quedé quieto detrás de unos adolescentes saltarines. De vez en cuando querían treparse a un árbol y me pedían una que otra seca a cambio de birra. Les mostraba mi petaca de whisky, una sonrisa y les arrojaba el humo para que se dieran vuelta. En un momento volví a escuchar la voz de la gorda detrás, justo detrás de mí, casi adentro de mi cerebro taladrado. Llevaba el pedo por buen camino hasta que la oí decir que escupiría en la cabeza de los putos que no se movían y me empujó. Me di vuelta, le dije al novio cuidado que con esa topadora podés aplastar mucha gente. Se rió y la gorda lo miró con odio, se zafó de sus brazos y me empujó de nuevo. Lo miré al novio para ver qué hacer. Pará, ya está, le dijo mientras la atraía hacia su lado. Ella volvió a zafarse de un tirón y se me vino al humo. Me dio una piña en la boca. Sentí el gusto de la sangre. Tuve todavía un segundo para pensar si debía o no debía. Erró una patada en las bolas. Sí debía, qué mierda. Le di la petaca a una minita que observaba y comencé a empujar a la gorda. Los demás hicieron un círculo. Algunos aplaudían o se cagaban de la risa. La gorda me agarró del cuello y me hizo caer. El novio me tiró una patada pero sus topper con puntera no hacían mucho daño. Me puse de pie. Le tiré un derechazo a la gorda en el ojo. No se movió. Es más, fue como si no le hubiese hecho nada. Entonces se largó a llorar y empezó a llamar a la policía. El novio la abrazaba. Me di la vuelta, recuperé mi petaca, cambié mi campera con un amigo unos metros más allá y me metí de cabeza en el pogo. Seguí fumando y tomando todo lo que me pasaban. Al amanecer estaba tirado en la plaza de la Legislatura, debajo de un árbol, al lado de una mina que no conocía. La desperté. Más que nada por la curiosidad de saber si andaba conmigo. Le dije que ya me iba a mi casa. Sin levantarse, estiró los brazos y me rodeó por el cuello, con los ojos entrecerrados, me dio un beso sin lengua, tierno, con olor a vino. Seguíamos borrachos. Volví a recostarme a su lado, en cucharita. Más tarde, cuando la sombra ya se había movido, desperté de nuevo. Estaba solo, me faltaba la campera, corría un poco de viento, aún tenía plata. Caminé hasta el centro. Entré a un bar, al baño. Estuve una hora, creo que me desmayé o estaba muy concentrado. Me despertó el golpe del mozo en la puerta. Salí. Ocupé una mesa cerca de la ventana. Pedí una sprite de litro y papas fritas con ají, mucho ají. Bebí la gaseosa de un trago. En cambio apenas pude pasar unas cuantas papas. En la televisión hablaban de las últimas novedades de un reality show. Yo era el único cliente. Pagué, agradecí, volví a la calle, tomé un bondi a casa. Apenas entré me derrumbé en la cama. Del colchón salían infinidad de hormigas. En el techo volaban avispas negras. En la ventana había una tarántula amarilla que se divertía atrapando insectos.

23.3.11

DECISIONES APRESURADAS

algunas decisiones se toman para no tener que comprenderlas. 
yo contra el mundo. contra la pared. al filo de la mucha tosca noche. 
yo a lo lejos, el obturador me difumina. 
igual las horas. 
los perdidos cascos de un caballo prendido fuego. 
las venas. las raíces. un puente. vos. 
un paso más allá. 
a veces mi casa. 
un volcán en mi cerebro. 
llegaré desnudo al amanecer y vos.  
algo se ha caído del planeta.