29.7.11

LOS REGALOS

el otro día me senté en la plaza 9 de julio, frente a la catedral, con la intención de armar y pintar unos libros para un evento. puse a mi lado un cartel

¡PARE, MIRE, ESCUCHE!
los canas no pagan boleto.
no se deje robar.
ande en bici.
diga no a SAETA.

unos policias de monitoreo que me habian estado mirando con las cámaras de seguridad, me preguntaron qué hacía ahí con ese mensaje. les expliqué que en los últimos días la empresa SAETA había subido el precio del boleto a $1,75. molesto, preguntó por el otro mensaje. ah. cuando andamos de civil también pagamos, dijo. no era mi problema. el sol calentaba como si fuera verano. tenía una remera sin mangas, ya estaba todo listo para empezar a pintar las tapas. otro monitor se aproximó a la charla con cara de ¿y éste? el lustra miraba desde el banquito para clientes. quisieron saber si pensaba convocar a más gente. les dije que no lo había pensado. preguntaron si planeaba repartir mi mensaje a los transeúntes. ¿por qué? te toy tratando de explicá hermano, yo toy acá pa monitoreá la seguridá de la gente.
no entendí cómo mi presencia, atribulada presencia pues me tenía angustiado la posibilidad de no terminar los libros para esa noche, podía amenazar la seguridad de tantos... turistas. puse mi mejor cara de comprendedor y les conté mi historia en breves palabras. aquella noche íbamos a presentar a nuestras amigas escritoras en el bar girondo. teníamos la presencia especial de las jujeñas. los invité. el asunto es que no había terminado ni un solo libro. le regalé un ejemplar a medio hacer pero con todas las páginas. bueno, dijo, ofuscado. le dio vueltas al librito de tapa roja. pensó que era un artefacto explosivo de izquierda. le hice un resumen del contenido. el cana me miraba como diciendo ¿algo más que declarar? ¿algo de valor? repasé mis bolsillos por si había piedras o astillas sin sacudir. estaba limpio. el sol me traía recuerdos borrosos de enero, quemado, lleno de vida, borracho y enamorado. por ultimo solicitaron mis datos. se los aporté de la manera más minuciosa y ordenada posible. cruzaron al frente, sin despedirse. otros policías con chalecos verdes fluor se les unieron. sus cabezas se escondían en el círculo y cuando el que hablaba parecía haber dicho algo importante, emergían las cabezas de los demás apuntando directamente hacia mí. cuando terminaron, la dispersión los llevó, oh, azar, al frente de mi cartel. pasaban sin mover el cuello. blanqueaban el ojo y seguían de largo. no estuvo bueno observar cómo esos yutos abjuraban de su especie. pronto desaparecieron, empezaron a confundirse con el resto de la gente. alondra, una nena que vende estampitas y rosarios, se sentó a mi lado: si te ayudo a pintar una tapa, ¿me regalás el libro?