26.5.10

VIDRIERAS

No tengo con qué pagar. Lo sé, no sé cómo, lo sé de primera mano. Nunca tengo plata. Estoy solo, me han dejado solo. Miro hacia la ventana, fingiendo una calma que de repente me ha abandonado. Por dentro enumero las veces que fui al baño, los tragos consumidos, las horas que llevo allí. Está por amanecer. Me habré dormido. Miro el aire al otro lado de la mesa. Intento descifrar las huellas de una presencia. Acaso un amigo, un compañero ocasional de borrachera. Miro al mozo, pidiendo auxilio. Es todo cuanto puedo hacer. De repente llega una mujer. Ocupa la silla antes vacía. Me sonríe. Le devuelvo la sonrisa. Pregunta si pasa algo. Contesto que no. El mozo pregunta si queremos algo más. Contesto que no. La miro a ella. Quiere una cerveza. No la recuerdo. Ella en cambio se muestra muy amable conmigo. Permanezco en silencio. Descubro que mi postura es la de alguien a punto de levantarse e irse. Es decir, de alguien preparado desde hace mucho para irse. Ella se da cuenta. Me dice que a dónde pensaba ir sin ella. Le digo que a ninguna parte, que estoy confundido. Bueno, si querés irte, no hay problema, dice. La miro de cerca. En verdad no la reconozco. Mejor dicho, puedo jurar que no la conozco en absoluto. En cambio ella actúa de lo más natural. Cuando el mozo trae la cerveza, ella me sirve un vaso y siento la obligación de quedarme. Pienso que soy un borracho cualquiera. Entonces me relajo y comenzamos a charlar. En un momento, ella me llama con un nombre que nunca escuché. La corrijo y esto la perturba. Se retrae. Me mira de cerca. Se levanta y trae la silla hasta mí. Me mira. Respira en mi cara. Entrecierra los ojos. Hace un esfuerzo. Dice, pero te parecés un montón, sos igual. Le digo mi nombre. Me parece ridículo decir mi nombre verdadero pero lo hago. Se ríe, con las manos sobre el estómago. Me dice que ese es otro. Ella también lo conoce, lo cual me desconcierta. Entonces hablamos de él hasta que amanece. Para cuando ha amanecido por completo, hasta yo siento que lo conozco, que me conozco mejor. Por fin nos vamos juntos, en el bolsillo de atrás hay un bulto que me parece extraño, es una billetera. Pago. En las calles ella me abraza. Hago lo mismo. Al verme reflejado en las vidrieras descubro que no soy quien digo ser.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y no sos quien decís ser...

juan pas dijo...

y boston?

Anónimo dijo...

menos. pero me quedo callado.mejor no?