6.8.10
EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES
En uno de sus ratos de mayor concentración fascista en la sangre Vargas Llosa dijo que, si no querían desaparecer, los indígenas de la zona amazónica del Perú debían ceder y adaptar sus modos de vida a los parámetros de Occidente. La razón para tamaño disparate residía en que Occidente había probado ser la cultura más exitosa en la historia de la humanidad y, por lo tanto, no acoplarse significaba quedar fuera de la Historia.
Salvando las distancias (después de todo Vargas Llosa es un hombre que cobró fama por escribir literatura latinoamericana en el siglo pasado), nuestros políticos salteños piensan algo peligrosamente parecido. Recientemente estuve en el pueblo de Nazareno, donde sus ciudadanos decidirán este domingo 8 de agosto, mediante un referéndum, si quieren o no que funcione una hostería construida por el gobierno de la provincia.
La cuestión es candente y podemos ver a la gente dividida en dos facciones políticas netamente diferenciadas. Por un lado, quienes apoyan el sí, amparados bajo la figura del intendente Julián Quiquinte, servil a los intereses del Estado provincial. Por otro, quienes apoyan el no, sobre todo los integrantes de la OCAN, Asociación de Comunidades Aborígenes de Nazareno que nuclea 23 comunidades de la zona (para la Municipalidad las comunidades se llaman parajes porque no existe una asunción “oficial” de la identidad aborigen colla, luego se usa comunidad como un término aproximado a las formas de representarse la convivencia).
Los problemas e irregularidades son muchos. Primero está el hecho mismo de construir una hostería en una zona en donde se está litigando el derecho a la propiedad comunitaria de la tierra, esto significa que nadie puede vender ni comprar tierras que le pertenecen a sus legítimos dueños aborígenes, tras lo cual queda por ver cómo el Gobierno expropió el terreno en donde se asienta el edificio destinado a la hostería.
Segundo, las promesas de promoción social y económica basados en algo que el Estado denomina unas veces “cultura turística” y otras “turismo comunitario” no hace más que poner en marcha una falsificación de la identidad cultural de las comunidades. Despreciando cualquier otro tipo de proyectos destinados a generar “divisas”, como dice el secretario de turismo y cultura de la provincia, pretende realizar lo que no existe: si hay turismo podrán vender sus artesanías, tejidos y mostrar su modo de vida agrícola en medio de los cerros más inaccesibles. Claro, está pensando en el asombro de los europeos, americanos (del norte), porteños y burgueses de cabotaje, para quienes cualquier expresión cultural particular se limita a un hecho exótico digno de una fotografía para postear en Facebook. El Estado olvida que la memoria cultural no es una cadena de producción fabril de mercadería y que el turismo no la hará resurgir sino que promoverá su invención como objeto comercial. De seguro existen muchas otras formas de recuperar y afianzar saberes y prácticas ancestrales.
Además está la cuestión altamente invasiva que todo esto supone. Porque, a ver, no es que vamos a defender el aislamiento, no vamos a sobreproteger una especie de célula con el ADN colla más puro que existe, la cuestión va más allá: hasta qué punto el Estado provincial desatiende reclamos legítimos como el de la tenencia de la tierra en favor de negocios millonarios con gente a quien solo el dinero ha dado poder. No estoy seguro de pensar que las conciencias y las voluntades solo deban respetar signos poco heroicos como el $ o el €. Algunas cosas sencillamente no se subastan, la identidad y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, por ejemplo.
Con el cuchillo bajo el poncho, el Estado, haciendo realidad la esperanza de muchos empresarios, quiere transformar los modos de vida y las actividades económicas de una sociedad en formas de servilismo que deslegitiman los valores idiosincráticos en favor de lo ajeno. Recordemos que no hace mucho en Salta era fácil chocarse con afiches que alentaban a sonreír y ser amables y serviciales con el turista porque él nos daba de comer, cosa nunca más alejada de la realidad. Bástenos repasar cuántos de nosotros tenemos una hostería, un restaurante o un puesto de “artesanías” (hay toda una religión alrededor de lo artesanal que resulta irrisorio, un mismo aguayo se puede comprar en Cusco y en la calle Caseros y Deán Funes, algo así como que la diferencia entre un mate tallado a mano en el Chaco y otro tallado en Colonia es lo que viene después de Recuerdo de…).
El turismo en Salta representa una invención como muchas cosas en nuestra provincia, enumeremos algunas, las más vistosas: apotegmas como ciudad colonial, tierra de gauchos (que serían el hazmerreír de cualquier gaucho real); diputados nacionales, como Alfredo H. Olmedo, que dicen representar a toda una comunidad progresista; ritos religiosos que dinamitan el libre pensamiento, como la implementación de la educación católica en la escuela pública; fuerzas especiales de represión respetuosas de las tradiciones nacionales del garrote y la delación, como el 911 y el sistema de 0800 para denunciar de manera anónima supuestas maniobras de narcotráfico. Nuestra sociedad marcha sin apuros ni sobresaltos hacia la mejor de las democracias de derecha, uno de los tantos éxitos del querido Occidente nuestro de cada día.
La construcción de la hostería nunca pudo frenarse, a pesar de la oposición de gran parte de la gente de Nazareno, pero sí su puesta en funcionamiento. Sin embargo, con el referéndum, cabe la posibilidad de que esto suceda. Los argumentos del Gobierno apoyan la idea de que serán los mismos aborígenes quienes manejen todo lo relativo al turismo. Sin embargo, nada de esto se explicita en las boletas de votación, que solo expresan la voluntad de que funcione o no, y jamás bajo qué condiciones. La gente de la OCAN pretendía que, una vez finalizada la obra de construcción, se utilizara el edificio como instituto terciario, pero qué negocios y beneficios puede representar para el Estado un puñado de collas educados, no, mejor si los puede comercializar a precios irrisorios.
Un detalle importante tiene que ver con el sistema de votación electrónico, que parece ser otra moda para estar a tono con Occidente. Se lo pone en práctica en una comunidad donde muchos de los ciudadanos con edad para votar no tienen conocimientos acerca del funcionamiento de este tipo de tecnologías y algunos son analfabetos. El Gobierno aduce la obligatoriedad de este sistema porque es el que ofrece mayores garantías de transparencia y mayor efectividad para el conteo. Sin embargo, pensando en la delicada situación de tener que decidir el futuro de una comunidad, ¿no resulta cuando menos sospechosa de cierta mala fe esta maniobra?
Para aumentar la sensación de estafa en progreso, por ningún lado aparecen los informes de impacto socio cultural, ambiental y económico. Por más que se insiste en esto último como la salvación de la Puna. El hecho de que gran parte de la comunidad se oponga a la hostería, ¿no quiere decir que hay gente que piensa que debe haber otros modos de poner en marcha el desarrollo de las comunidades aparte del servilismo? El hecho de que las principales armas publicitarias del Gobierno sean promesas de trabajo en la hostería (mozos, limpiadores de pisos y retretes, paseadores de gringos y sonreídores profesionales) y de que compre voluntades mediante “regalos” como 250 celulares de la empresa Claro (única que tiene señal en el pueblo), ¿no indica cierta repulsión a tomar en cuenta las necesidades reales de la gente con tal de cerrar negocios millonarios? ¿A nuestro Gobierno le interesamos en verdad?
Por estos días vemos desfilar personajes en camionetas 4x4, escudados detrás de lentes para sol, aprovisionados con la aparatosa rigurosidad de un funcionario turista; husmean por la calles en busca de detalles curiosos, como si el pueblo estuviera obligado a ser lo que no es, trabajan en la Secretaría haciendo publicidad, pasando avisos pregrabados, casi con seguridad pre fabricados con el mismo molde para todas las comunidades adonde se presentan con su política expansiva.
Mientras tanto, a pie y con muchos menos recursos publicitarios que el Gobierno, son las mujeres quienes han salido a luchar por la defensa de los derechos de todos: la concejal Nora Domínguez y Adela Torres y Estela Lamas de la OCAN. Por estos días recorren las distintas comunidades en busca de apoyo, brindando charlas y poniendo en discusión la política estatal que una vez más los pasa por alto. No son caminos fáciles y tampoco es tiempo para la tibieza.
El otro día hablaba con un amigo acerca de este tema y me decía que estas cosas no se pueden detener, que uno tiene que pensar desde un plano real y aceptar las cosas como son. Pensar de otra forma, que llamaba plano irreal, es soñar y vivir en una nube. Olvidaba que las cosas no son sino como queremos. Curiosamente estamos en el mes de la Pachamama, ¿qué cosa es pensar desde el plano real? Es decir, a qué plano real plegar la propia subjetividad, ¿el del materialismo occidental? o ¿acaso hay otros planos donde lo real juega con otras convenciones, tiene otro dinamismo, produce un conocimiento y un sistema perceptivo diferentes de los nuestros? De otra forma: qué es Occidente sino un sistema altamente sofisticado de consumismo cuyo mayor éxito ha sido universalizar en el tercer mundo la igualdad: todos somos igualmente pobres, iguales en nuestra falta de plenitud de derechos y libertades, iguales como fotocopias para el ojo del otro que nos ve morochos, achinados y quiscudos pero simpáticos (a menos que bajemos de un avión en Barajas, por ejemplo). En el encuentro con el otro, la exotización resulta una versión más del etnocentrismo de nuestros gobernantes.
Por cierto, en este turismo para todos, una noche en Nazareno costará 290 pesos argentinos (todavía no se aceptan euros o dólares, al menos no por encima del mostrador), cuenta con amplias habitaciones, salas de reuniones, calefacción e internet y salas de relax, es decir que replica con extrema infidelidad el estilo de vida de la gente del pueblo. Sin embargo, este dinero no solventará la hostería. El principal capital con que cuentan los empresarios y nuestros gobernantes, como en el caso de las minerías a cielo abierto o de la deforestación sojera, es la indiferencia. Más que plano real diría que algunas realidades aplanan la conciencia.
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