Anoche tampoco llovió. Anduve en bicicleta. Llegué a casa. Llevé mi cuerpo a una de las posibilidades que tengo para llamar casa. Debo admitir de inmediato que miré si el cielo era el mismo: no iba a llover tampoco ahí. Pero entretuve mi piel con las luces de colores y una inmensa pileta donde me introduje a nadar. Desde luego no hay otra forma de dar vida al tiempo. Cuando salí supe que todo se pierde y se calla alguna vez. Nos vamos a ir diluyendo en esas mismas aguas donde supimos encontrar el estallido de lo azul, lo verde, lo naranja, lo rojo y lo negro con final blanco en grandes marejadas, lo blanco a chorros espumosos y espesos como la miel. No sé si estoy siendo claro, a veces llego tarde a mis propias conclusiones, cuando ya no las necesito: sobrevendrá la lluvia, lo veo en el aire bajo de los pájaros, en las voces pasajeras de los amigos, en los árboles genuflexos de la tarde, en las marañas del amanecer, en la ventana abierta en enorme boca, en las piernas que tuercen las esquinas, en la velocidad de los autos apresurados por llegar a casa, en los escondites llamadores. Espero que no haya cambiado su sabor, que todavía siga a tu lado.
1 comentario:
Uy changuito que te pusiste denso, hay que mirarse hasta la muerte y la nada con tremendo texto. pucha insito superior a los que tengo en papel.
no sabes como festejo eso de "aveces llego tarde a mis propias conclusiones" que placer leerte asì, hasta la parte cursi del final ta bueno aunque yo quitaria la ùltima oraciòn desde "Espero que no.." venìa tan elevado e inmaterial pero bue ! nada me gustò
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