8.11.10

PENSAMIENTOS Y MORADAS

“Cualquier cosa que yo haga, me decía Daniel, no creas que lo hago contra ti. Yo ya tengo fijado un rumbo, un itinerario: vos sos una estación, un sitio a donde es necesario llegar porque es necesario continuar. ¿Me entendés? Si algo de lo que yo haga te duele no, no te digo que me perdonés, no, sino que tratés de entender, que de vez en cuando pueden estar actuando sobre uno fuerzas, destinos superiores”.

Andrés Caicedo, Noche sin fortuna, páginas 80-81, editorial verticales de bolsillo, baires, 2009.

La ciudad se está apagando desde muy adentro, una oscuridad y una frialdad nacidas de sus entrañas nos envuelve también a nosotros, los que hemos quedado atrapados entre el amanecer y la noche. ¿Qué hora es esta? ¿Cuándo ha comenzado? ¿Tendrá final? ¿Nos dará una tregua, una ventaja a fin de permitirnos ir a casa? No podemos detenernos mucho tiempo, cada paso adelante puede significar una despedida. Vamos viéndonos de reojo, queremos seguir compartiendo la compañía de los otros pero sabemos que cada uno desea llegar a su casa.

El agotamiento no tiene prisa, de a poco ha copado mis vísceras y a estas alturas responde por mi nombre, sonríe por mi cara, transpira por mis poros, habla como si fuera el dueño de mi aliento. Mientras creo moverme, huyendo de la hora más indecisa de la jornada, voy descubriendo que existe un despertar ajeno a cualquier otro: rodeados de incertidumbre marchamos los que hemos quedado a pie. Sin embargo ese no saber es un nuevo saber.

No pienso detenerme, en efecto quiero estar en mi casa, pero en el camino existen estaciones y moradas. Algunas distraerán y otras harán del lugar una posibilidad de encuentro e incluso habrá otras que dejarán de hacer. No es difícil comprender cuál es cuál: aquellas estaciones que exigen como condición para compartir la quietud del pensamiento, la aceptación y la cristalización de los sentidos de la vida, ya no hacen.

Vamos acompañados hasta que uno de los que han quedado a pie detiene su marcha o toma otros rumbos. Así es y es bueno que suceda. He demorado mi cuerpo en lugares que fueron como mi casa pero que no eran mi casa. Incluso el pensamiento tiene sus reglas de hospitalidad y he pensado con los demás, al mismo tiempo, pero no he pensado lo mismo, porque en lo mismo hay repetición, hay coacción, hay convencimiento, hay homogeneidad. Comprendo que la historia de cada uno es irrepetible pero no es la única que existe, más aún, cada cual debe contarla por su boca pues a nadie le está negada la palabra propia.

Uno de los peores modos de combatir los mecanismos de dominación consiste en reproducir a escalas menores, en la vida cotidiana, en las pequeñas charlas con amigos, en el interior de la clase de literatura, en los paseos por el campo, en el partido, la tendencia a imponer el sentido de lo que es válido vivir, por lo general mediante el uso de enunciados impugnatorios del estilo vos no sabés lo que es la vida. Cuando uno de entre todos los que nos hacíamos compañía asegura que lo sabe y pretende obligar al resto a seguir ese único camino, entonces dejamos de andar, detenemos la marcha de la conversación, hemos dejado de compartir para entrar en el territorio de la distribución de cuerpos: el que domina el saber quiere dominar a los que no saben, señala los lugares de inclusión (adentro) y de exclusión (afuera). Por lo general, el que dice lo que significa la vida cree tener el poder de expulsar a quienes no están de acuerdo o a quienes saben que no es tan así o que puede significar algo más.

Yo no lo sé, desde luego, pero ese no saber me mueve, lleva mi cuerpo atravesado de una infinita curiosidad. No soy anarquista ni soy burgués ni soy de izquierda o derecha, esas clasificaciones me molestan porque provienen de los demás, son imposiciones. Soy el juan, andariego, escribo y ando en bicicleta por donde me place, me hago lugar en los intersticios, en el qué de la pregunta ¿qué soy? habito, en tránsito, hice compañía, me demoré, pero ahora debo seguir, sin mirar atrás. Siempre amanece y todavía no he llegado a casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y si loco, ¿que te has quedao pensando?